Ubicada en vocabulario
Por: Gerardo Armenta
Es imposible no recordar que durante mucho tiempo (una especie de eternidad) la palabra reelección solía ser una especie de grosería o maldición en los ambientes políticos de un país como el nuestro. Hoy no tanto.
Y es que actualmente parecería que esa palabra, antaño temible o infernal, ya forma parte de del vocabulario y la actitud de quienes, estando en ejercicio de ciertos cargos de elección popular, desearían permanecer desempeñándolos gracias a su eventual reelección. Tal mecánica es hoy tan asombrosamente legal, como asombrosa fue la satanización histórica a que fue condenada en la ambientación y la práctica electoral aceptadas legalmente.
Pero como bien sabe la lectoría, la apertura en este sentido no ha sido absoluta. La no reelección se mantiene esencialmente en lo que toca al ámbito presidencial y el de las gubernaturas. De allí hacia abajo, por decirlo así, rige ya en todo su esplendor, por también decirlo así.
Cabe aclarar, con fines meramente conceptuales, que eso de "todo su esplendor", es una frase que ni por asomo debe tomarse en sentido literal, sino más bien con una expresión que se pretendió utilizar con cierta ironía. Aunque bien vistas las cosas, a lo mejor sí procede esa muletilla técnica del "esplendor" en función de ciertos datos en los que puede resultar interesante hacer un alto.
Por ejemplo, quizá a usted le interese saber que 88 senadoras y senadores (un 68% del total), así como 467 diputadas y diputados, propietarios y suplentes, o sea, un 93% del total, buscarán reelegirse en los comicios del año entrante. Como queda en evidencia, casi la totalidad de quienes integran la Cámara de Diputados, quieren seguir "sacrificándose" por el pueblo. En otras palabras, quieren repetir 9 de cada 10 legisladores.
Datos como los anteriores fueron proporcionados por el Instituto Nacional Electoral. ¡Qué chulada!, diría alguien ante esta pretensión. Y el problema es que puede ocurrir que, en un descuido, los interesados logran su afán reeleccionista. Nada ni nadie les puede impedir su permanencia en las cámaras legislativas, excepto la voluntad ciudadana...o algún poder político superior. Importa ser realistas y no necesariamente ingenuos.
En este afán o gusto reeleccionista, figuran legisladores y legisladoras de todos los partidos políticos. Asombra el número de quienes aspiran a permanecer tres y seis años más en las cámaras legislativas. Bien se sabe que en otros países, Estados Unidos, principalmente, la reelección de legisladores es algo de lo más común.
Allá se conocen casos de senadores o representantes (así les llaman allá a los diputados) que duran años y años en sus respectivas cámaras porque precisamente sus simpatizantes los eligen una y otra vez con toda franqueza. Barry Goldwater, un senador, duró en su cámara legislativa hasta que la muerte lo alejó de ese quehacer, lo que significa que fue reelecto una y otra vez en votaciones auténticas.
La reelección en México no sólo tendrá lugar en el ámbito legislativo. También podrán optar por este mecanismo los presidentes municipales. Siempre se ha dicho que tres años son pocos para que un alcalde pueda llevar a plenitud el sentido de su gestión. Pero también podría alegarse que esos mismos tres años se antojarían una eternidad si un alcalde no sabe identificar los cuatro puntos cardinales.
Los que saben de estos menesteres suelen decir que el desempeño de una alcaldía es algo particularmente intenso y desgastante. Pero a la hora de la hora se podría decir lo mismo de cualquier chamba que entrañe una cierta responsabilidad. Vale decir que hay alcaldes que muchas veces se creen depositarios de voluntades o mandatos divinos.
El problema es que ciertamente tres años de gestión pueden ser pocos bajo una cierta óptica. A menudo se cree que el desempeño de una alcaldía realmente sólo dura dos años, porque el tercer año de la gestión respectiva su beneficiario político (el alcalde) suele utilizarlo para darle rienda suelta a la "grilla", es decir, al futurismo como una manera de asegurar un nuevo destino político.
En este marco, la posibilidad de la reelección de los alcaldes podrá ser vista como la mejor manera posible de que la ciudadanía reconozca con su voto el sentido benéfico de un quehacer o lo rechace con furia con un voto en contra. El problema, que seguramente no debe ser tal, sino todo lo contrario, es que hoy mismo una apreciable cantidad de alcaldes parecería estar listos para lanzarse tras la reelección.
¿No tendrán miedo a sus electores? Parecería que no...?
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