La Normal del Estado, 110 años: Un sueño hecho realidad

Una añorada institución establecida en la capital sonorense a fines de 1915

Por: Ricardo Aragón Pérez

El pasado 23 de diciembre se cumplieron 110 años del natalicio de la Escuela Normal del Estado, una añorada institución establecida en la capital sonorense a fines de 1915, con cuya creación soñaron varios gobernantes muchos años antes de que tuviera lugar esa célebre fundación, pero ninguno pudo coronar su sueño; la frustración o el fracaso fueron el común dominador de sus proyectos educativos.

Hay registros antiguos de políticas, leyes y planes de Gobierno que datan de los primeros años de la independencia, en los que reconocen la necesidad de preparar personas para el oficio de maestro de escuela y, consecuentemente, proponen partidas presupuestarias destinadas exclusivamente al establecimiento de un centro de formación docente.

Entre las décadas de 1820-1830, el Gobierno Estatal dispuso de una partida de sus recursos, con el aval del Congreso, para mandar jóvenes con gastos pagados a estudiar la carrera docente en Guadalajara y México; incluso hacia 1838, ordenó poner en la ciudad de Hermosillo una Escuela Normal, con un programa de enseñanza inédito e inclusivo, que daba cabida a la formación de profesores indígenas, destinados a la enseñanza de la niñez en sus comunidades respectivas.

A mediados de 1910, cuatro meses antes del estallido maderista, el gobernador Alberto Cubilla decretó una nueva ley educativa que, entre otras disposiciones, refrendó la iniciativa de poner una Escuela Normal y, consecuentemente, estipuló como requisito el título de normalista, para desempeñar el puesto de profesor de enseñanza primaria, exigencia esta que, de no haber impedido la Revolución su aplicación, casi el 90 por ciento de las escuelas de Gobierno hubieran quedado acéfalas, dado que estaban servidas por maestras y maestros empíricos.

Pero todos esos proyectos precursores del normalismo sonorense, si bien eran necesarios e impostergables, dada la necesidad de abatir el rezago educativo, abrir más escuelas y mejorar la calidad docente, ninguno de ellos fue más allá de su configuración idílica, de la realidad imaginaria, debido, principalmente, a los conflictos políticos y bélicos, la inestabilidad de los gobernantes y la fragilidad de las instituciones, sin pasar por alto la escasa tradición de la cultura escolar.

Con todo, cabe destacar que el general Plutarco Elías Calles, en función de gobernador, fue quien tuvo el tino de decretar el establecimiento de la Escuela Normal para Maestros y Maestras, que por fin llegó a buen puerto, sentando formalmente sus reales en la ciudad de Hermosillo, en diciembre 23 de 1915, en virtud del célebre Decreto Número 14, que el mismo gobernador Calles, acompañado de su secretario de Gobierno, Enrique Moreno, dio a luz en la ciudad fronteriza de Nogales, donde despachaba como gobernador y jefe de las tropas carrancistas.

Sus ideas y disposiciones esenciales quedaron escritas en el histórico decreto de referencia. En él, no sólo compromete a su gobierno a poner la escuela y pagar la nómina, si no también definió su organización, los años de estudio y los requisitos de ingreso. Además, se obligó a destinar una partida presupuestal exclusiva para becas, de modo que las y los jóvenes foráneos de familias pobres, con aspiraciones a ser maestro de escuela, tuvieran oportunidad de estudiar en la Escuela Normal, sin la presión de los gastos de estudios, hospedaje y asistencia.

Así, la histórica Escuela Normal del Estado vio su primera luz en el contexto de la Revolución constitucionalista. Y a más de un siglo de distancia, aquella luz continúa encendida, con no menos iluminación que antes, con la que cientos de jóvenes estudiantes iluminan sus mentes, todos en proceso de formación como profesores nóveles. ¡Felicidades!