La invasión a la embajada de México: la guerra contra la gente

Según Jeff Halper, una nueva Guerra Mundial sería imposible, pero ello no implica el nivel de importancia que adquieren los ejércitos

Por: Mario A. Velázquez García

Jeff Halper publicó el libro "Guerra contra la gente, Israel, Palestina y la pacificación global" (War Against the People Israel, the Palestinians and Global Pacification, Pluto Press). Este libro ofrece un análisis desde la geopolítica sobre los cambios que están experimentando los países, especialmente las grandes potencias mundiales, en el empleo de sus fuerzas armadas, lo que ha dado lugar al surgimiento de una nueva estrategia global de imperialismo basada en las tecnologías militares emergentes.

Según Halper, aunque las guerras convencionales seguirán ocurriendo para resolver conflictos por el control de lugares específicos o entre países con ejércitos de tamaño mediano o pequeño; el cambio fundamental radica en la improbabilidad de un enfrentamiento directo entre las grandes potencias. Este autor considera una nueva Guerra Mundial prácticamente imposible dado el enorme potencial destructivo que conllevaría. Sin embargo, esto no implica una disminución en la importancia de los ejércitos a nivel global; por el contrario, su influencia se incrementará en la nueva fase militar que Halper denomina "guerra contra la gente".

La guerra contra la gente implica un nuevo enfoque del poder militar, donde las potencias han pasado de buscar la colonización de nuevos territorios a intentar controlar regiones conocidas como "áreas de seguridad" en torno a sus fronteras. Esto se evidencia, por ejemplo, en la importancia que Rusia otorga al intento de Ucrania de unirse a la OTAN, considerándolo una amenaza para sus fronteras.

Un segundo elemento central de la guerra contra la gente es el creciente uso del ejército en todo el mundo para otro tipo de seguridad: la seguridad interna. Los estados, al dejar de emplear sus fuerzas armadas para enfrentar enemigos externos, ahora los utilizan para enfrentar amenazas internas como grupos terroristas, separatistas, narcotraficantes, entre otros. A diferencia de las guerras entre países, donde el enemigo era claramente identificable (por ejemplo, por los uniformes), existían legislaciones internacionales sobre el tratamiento de prisioneros y armas prohibidas, los nuevos enemigos son intencionalmente difíciles de identificar y las normas internacionales no son reconocidas. Esto ha dado lugar al uso de armas “sucias”, así como la tortura de prisioneros y detenciones de personas que no son acusadas judicialmente dentro de instalaciones clandestinas fuera del marco legal, como la prisión de Guantánamo que Estados Unidos mantiene en Cuba.

La guerra contra la gente se libra en cuatro frentes: militar, político, mediático (donde los ejércitos y los estados utilizan propaganda constante para crear al enemigo y justificar su combate) y legal (negando cualquier tipo de derecho o garantía a los terroristas, narcotraficantes, etc.). Por lo tanto, los ejércitos requieren no solo de un aparato militar efectivo, sino también de una prensa que difunda su punto de vista, políticos que les permitan obtener más fondos y un sistema judicial que permita su funcionamiento sin problemas legales por posibles violaciones a los derechos humanos.

El conflicto actual entre Israel y Palestina es un claro ejemplo de esta guerra contra la gente. Las ciudades y la población palestina son objeto de un ataque brutal por parte del ejército israelí, que emplea diversas armas convencionales y nuevas tecnologías bajo la justificación de responder al ataque de Hamas.

Dado que no existe una definición precisa de quiénes son los miembros de esta organización, el ejército israelí justifica cualquier ataque en su búsqueda de combatientes ocultos o disfrazados. Mientras se desarrolla este conflicto, las voces internacionales que han protestado por esta invasión son inmediatamente criticadas tanto por representantes del gobierno israelí como por ciudadanos de ese país o migrantes de origen israelí que apoyan a su gobierno. Las leyes de Israel han sido diseñadas para justificar este tipo de incursiones militares y hacen casi imposible cualquier denuncia contra un soldado por violación de los derechos humanos de la población palestina.

Jeff Halper explica que la guerra contra la gente ha convertido la "seguridad" en el nuevo objetivo central de la operación de los ejércitos en sus territorios. Por lo tanto, cualquier amenaza a un concepto tan intencionalmente vago como la "seguridad" justifica el uso de las fuerzas armadas. Así, algunos países han empleado al ejército contra grupos considerados terroristas, separatistas, y ahora se observa un creciente uso contra el narcotráfico.

En el caso de la invasión de la embajada de México en Ecuador, este acto fue justificado por este estado bajo este modelo de seguridad. Para Ecuador, México estaba ofreciendo asilo a una persona que había cometido un "delito", lo que vulneraba el intento de Ecuador por combatir la corrupción y su lucha contra el narcotráfico. Al emplear este argumento sobre la seguridad interna en la lucha contra el narcotráfico, Ecuador asumía que, al igual que Estados Unidos en su guerra contra el terrorismo, las normas internacionales no funcionaban en su particular guerra contra una persona que consideraban un "criminal". La actuación de Ecuador constituye una flagrante violación de convenios internacionales y genera preocupación internacional por el posible precedente que este hecho podría establecer respecto al uso de argumentos similares para invadir embajadas de otros países. Sin embargo, es importante entender que este desafortunado incidente internacional ocurre en un contexto donde los países recurren a sus ejércitos bajo el argumento de la seguridad, lo que conlleva a una creciente violación de los derechos humanos, como en este caso, de la persona que fue recapturada y de los miembros de la embajada mexicana presentes.