La fiesta

Por: Redacción

Conocí a Felipe en una de mis visitas a la prisión municipal como promotor de la lectura entre los reos. Dijo que le gustaba mucho leer y se unió al grupo.  A mí pareció buena idea y él me dio la impresión de que era buena persona, aunque sus compañeros de celda decían que era lunático porque, de ser “muy buena onda”, pasaba a ser muy agresivo. El clásico bipolar, como luego dicen. Conmigo siempre fue muy respetuoso, pero sí me comentó que cuando era más joven había visto a muchos psiquiatras para que le ayudaran a mejorar su mal carácter y su agresividad.

El caso es que Felipe fue a dar a la cárcel por asesinato. Mató a sangre fría a un vecino de su barrio. Me sorprendía que ese tipo que estaba plácidamente leyendo un libro junto a mí, fuera un criminal. Ya, más entrado en confianza, le pregunté por qué lo había matado. Dijo que él no había tenido la culpa, y me contó la historia...

“Iba a ser el cumpleaños de mi compadre, y me dijo que si podía hacer la fiesta en mí casa, le dije que sí, que con mucho gusto le prestaba mi patio para que se hiciera. Entonces, durante un mes, estuvimos planeando todo; queríamos que fuera una fiesta inolvidable; contratamos una tecno banda; hicimos barbacoa y llevaron varios pasteles; compramos cuatro barriles de cerveza, cinco botellas de tequila, tres de ron, hielos y muchos refrescos. Las mujeres decoraron el lugar con globos y luces; se mandó arreglar el jardín; se hicieron las invitaciones y se entregaron una por una, también se contrató a una señora que cuidara a los niños que llevaran, en pocas palabras, le metimos todo nuestro dinero, aseguró.

Pero, justamente, cuando iba a comenzar la tecnobanda a tocar y la bailada, nos dimos cuenta que mis vecinos también tenían una fiesta y con un grupo en vivo. Era un grupo de rock, que por lo visto tenían un equipazo, pues nuestra música no se oía nada, sólo la del vecino.

Bueno, dijimos, cuando ellos hagan un receso, que toque la banda. La cosa es que pasaba el tiempo y los recesos que hacían eran muy breves. Entonces fui a pedirles que le bajaran un poco. Pero pareció que les dije que le subieran, entonces nosotros también le subimos a la música, hasta que llegamos a un grado que no se oía nada bien. Era una mezcla de ruidos que me estaban volviendo loco; nomás veía la cara de los invitados y me daba cuenta que no se estaban divirtiendo; unos se comenzaron a ir, hasta que me harté y fui enseguida y le dije al vecino que le bajara a su chingadera, porque si no, iba a haber problemas. Se rieron de mí, y como si nada, siguieron tocando. Regresé a mi casa, me tomé media botella de tequila de un trago, agarré la pistola y fui y maté a mi vecino. Le disparé en el pecho y cayó fulminado; su sangre me mancho mi camisa nueva. Todos salieron corriendo…Qué chingados, me habían arruinado mi reunión, y eso no se vale”… Dicen que a los pocos minutos llegó la policía y, ahora sí, se acabó la fiesta.

“Vamos subiendo la cuesta que aquí en mi barrio se acabó la fiesta” JM Serrat

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