La entrevista Calles-Bringas

Esperanza Esparza Bringas, una mujer progresista, sostuvo una conversación íntima con don Plutarco Elías Calles en la Hacienda Soledad de la Mota

Por: Ricardo Aragón Pérez

En el verano de 1923, Esperanza Esparza Bringas, una mujer progresista, cercana a los jefes revolucionarios sonorenses, de oficio periodista y pionera en el método de entrevista, sostuvo una conversación íntima con don Plutarco Elías Calles en la Hacienda Soledad de la Mota, situada en el Estado de Nuevo León, donde el general pasaba sus días de asueto en familia y también planeaba con gente de confianza sus proyectos políticos, en la que la Escuela Cruz Gálvez y los duros desafíos asociados a su fundación, así como la misión que se le encomendó, formaron el contenido principal de aquella histórica e ilustrativa entrevista, publicada cuatro años después por la misma periodista, en su libro "México ante el mundo. Ideología del presidente Plutarco Elías Calles" (1927).

Entonces era de conocimiento público que, en los años de su gestión como gobernador de Sonora, el general Calles puso un notable empeño en el ramo educativo, al que dedicó gran parte del presupuesto público y obligó a propietarios de ranchos y minas a poner y pagar escuelas para las y los hijos de sus trabajadores, pero nada despertó tanto su interés ni ocupó demasiado su tiempo como la Escuela Cruz Gálvez para huérfanos, cuya fundación y gastos asumió como un deber supremo e hizo hasta lo imposible para llevarla a buen puerto.

Con esa referencia en mente, la reportera enfocó la entrevista sobre ese establecimiento y pidió a su entrevistado hablar "acerca de la escuela Cruz Gálvez", quien en primer término dijo: "Después de la Revolución teníamos la obligación de atender a los huérfanos de la guerra. Mi primer plan fue crear una escuela-hogar, que al mismo tiempo fuera un taller. Pensé hacerla únicamente para los huérfanos de la Revolución, pero después, ampliando el proyecto, fundé la Escuela Industrial Cruz Gálvez para todos los huérfanos, tanto niños como niñas".

Calles tenía mucha fe en la educación y en el trabajo. Creía en un modelo educativo dual, que combinara de manera equilibrada el "trabajo mental" y el "trabajo físico". De ahí que, en la entrevista, hizo referencia a esa premisa pedagógica: "Yo siempre había acariciado la idea de establecer un gran plantel escolar, que equilibra la educación; que no proporcionara una cultura puramente intelectualista, sino que hiciera una compensación entre el trabajo mental y el trabajo físico; que formara tipos de hombres y mujeres de acción para la vida práctica".

Siguiendo ese orden de ideas educativas, claramente en sintonía a la denominada pedagogía activa, muy en boga entonces, Calles abundó sobre los departamentos de estudio, gimnasios y talleres prácticos para varones, entre los que mencionó a los "talleres de curtidos, zapatería, carpintería, herrería, mecánica y talabartería"; además, hizo referencia al trabajo agrícola, para lo que "se destinaron los terrenos anexos para campos de experimentación y de cultivo".

 Respecto a la enseñanza de oficios para mujeres, esto fue lo que el mismo entrevistado dijo: "En los pabellones para niñas se establecieron también talleres y pequeñas industrias propias para ellas. No faltaron ni el salón de modas, ni el de peinados, ni los elementos para la confección de pieles; aparatos para las clases de perfumería, jabonería, etc.".

Llevar a la Cruz Gálvez hasta ese nivel de desarrollo, cuyo costo se estimaba en casi un millón de pesos, no fue una tarea fácil, sobre todo porque las finanzas del Gobierno pasaban por un momento deficitario, por lo que no podían absorber todo el peso del financiamiento. No obstante, el Gobierno de Calles había asumido la responsabilidad de educar a los huérfanos de la Revolución; incluso a los demás "pequeños que deambulan solos por las calles, víctimas de la injusticia social".

Más adelante, Calles explicó con lujo de detalles cómo hizo para allegarse de recursos. Enfatizó "el secreto del éxito": todo el pueblo sonorense respondió positivamente "a mi iniciativa", por lo que no vacilaba en asegurar que "la escuela la fundamos a base de voluntad popular". Siguiendo ese orden de ideas, Calles añadió: "No hubo quien no se sintiera entusiasmado ante la magnitud de la empresa educativa y quisiera enviar su óbolo", cuyos donativos, dicho sea de paso, ingresaban al Fondo Destinado a la Edificación para la formación de la Escuelas Cruz Gálvez, administrado por la Tesorería General del Estado.

Así, en un esfuerzo compartido entre el Gobierno y el pueblo, más la ayuda económica de personajes prominentes, incluyendo al presidente de la República don Venustiano Carranza, quien no sólo aportó su óbolo de su bolsillo, sino además comprometió al Gobierno a su cargo, a hacer lo propio, tras alcanzar un acuerdo de "un subsidio mensual de $5,000.00 cinco mil pesos a la Escuela Cruz Gálvez", fue posible convertir el sueño del general Calles en una realidad en bien de "mis huérfanos", quienes "son como la prolongación de mi propia familia", declaraba el mismo general.

Ricardoaragon60@gmail.com