"La verdadera paz no reside en el papel de los tratados, sino en la fibra de la confianza que se teje en cada interacción humana"
Por: Ricardo Castro Salazar
Este fin de semana, la 37ª Conferencia Anual de Ciudades Hermanas de Arizona, celebrada en la Universidad de Arizona, se erigió como un encuentro crucial para la diplomacia subnacional. Como miembro de la Mesa Directiva de Ciudades Hermanas Tucson-México, presenté una ponencia en un panel moderado por el cónsul general de México en Tucson, Fernando Sánchez, junto al cónsul adjunto Lee Wong. La discusión se centró en la interconexión de comunidades a través de las fronteras y en cómo la diplomacia ciudadana e institucional actúan como puentes para establecer estos vínculos.
La diplomacia ciudadana es el cimiento esencial que, desde la base, nutre la confianza y las relaciones personales entre comunidades. Consiste en la participación de individuos, organizaciones civiles, empresas y la academia en la formación de relaciones internacionales, complementando los esfuerzos gubernamentales tradicionales. Es el encuentro "persona a persona", ya sea en un festival de gastronomía, una colaboración universitaria o un intercambio deportivo. La diplomacia institucional, por su parte, es la formalización de ese entendimiento mutuo: el ámbito gubernamental donde se materializan los acuerdos y políticas de cooperación a gran escala.
LA URGENCIA DEL DIÁLOGO EN TIEMPOS DE TENSIÓNEsta dualidad diplomática adquiere una importancia crítica en momentos de tensión política binacional y global. La visión de Dwight D. Eisenhower, impulsor de Ciudades Hermanas, sigue resonando: "...las relaciones pacíficas entre naciones requieren entendimiento y respeto mutuo entre individuos". Hoy, mientras el nearshoring reconfigura cadenas de suministro y México se consolida como el principal socio comercial de Estados Unidos (superando a China en 2023), la interdependencia económica es ineludible. No obstante, este lazo de $798.8 mil millones de dólares en comercio bilateral en 2023 coexiste con una retórica política polarizada que a menudo deshumaniza la realidad.
Es la diplomacia ciudadana la que inyecta capital social y humano en este ecosistema. Sus modalidades son diversas: la diplomacia cultural y artística se manifiesta en el apoyo a festivales, eventos gastronómicos y artísticos, o en la entrega de instrumentos a la Orquesta Juvenil de Puerto Peñasco; la diplomacia académica se concreta en colaboraciones como el Ciclo de la Lengua Española con la UNAM-Tucson; y la diplomacia deportiva utiliza la pasión por el juego para forjar lazos, como en el intercambio del equipo de rugby de Tucson con Guadalajara. A su vez, la diplomacia económica promueve activamente el turismo binacional, generando ingresos para pequeñas empresas familiares en las ciudades hermanas.
Ciudades Hermanas Tucson-México (TMSC) es el vehículo que opera esta red de lazos de base. Bajo el liderazgo del Dr. Luis Coronado y la mesa directiva de TMSC, la labor de fondo se elevó recientemente a la esfera institucional con la formalización del hermanamiento con San Luis Potosí. Este acto, sellado por la alcaldesa de Tucson, Regina Romero, y el alcalde de San Luis Potosí, Enrique Galindo, es una muestra prístina de cómo el trabajo de individuos conduce a acuerdos de Gobierno. San Luis Potosí se une así a nuestra constelación de ciudades hermanas mexicanas: Ciudad Obregón, Guadalajara, Mazatlán, y Puerto Peñasco.
LA LABOR HUMANITARIA COMO BLINDAJEEn un mundo marcado por el resurgimiento del nacionalismo, los actos de diplomacia humanitaria se convierten en un blindaje ético para las relaciones bilaterales. Acciones como donaciones a asilos en Ciudad Obregón, la construcción de una ramada para una escuela en Mazatlán o la enseñanza de resucitación cardiopulmonar (RCP) al Cuerpo de Bomberos de Puerto Peñasco no son meras caridades, sino inversiones en la conexión humana directa. Como observó Mark Twain, "Los viajes son fatales para el prejuicio, el fanatismo y la estrechez de miras". Dichas conexiones también nos permiten "viajar" por los caminos invisibles de la empatía y por las geografías de nuestra humanidad compartida. En este sentido, la colaboración entre la base y las instituciones facilita la conexión no desde las cumbres, sino desde el terreno compartido de la vida cotidiana. El contacto humano directo es la única póliza de seguro duradera contra el riesgo de que la política impersonal degenere en confrontaciones destructivas.
En una época en que la interdependencia económica es tan robusta como la retórica política es volátil, la vitalidad de la diplomacia ciudadana es más que una noble aspiración: es un imperativo de seguridad nacional y binacional. Las comunidades binacionales, con sus intercambios, no solo están tejiendo una red de entendimiento mutuo, sino que están construyendo los cables de acero que impiden que el puente binacional se derrumbe ante cualquier tempestad política. La verdadera paz no reside en el papel de los tratados, sino en la fibra de la confianza que se teje en cada interacción humana. Si la base ciudadana se agrieta, ninguna firma oficial será capaz de sostener la estructura. La paz no se decreta, se teje.
El Dr. Castro fue consejero externo para el Gobierno Mexicano y presidente de la Comisión de Asuntos Fronterizos del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME). Ha sido catedrático, decano y vicerrector para Desarrollo Internacional en Pima College de Tucson, Arizona.
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