Por: Redacción
La de un migrante que viajaba desde Guatemala hacia Estados Unidos, es una historia no solamente conmovedora sino que refleja la realidad social de un país acostumbrado ya a la corrupción y a la impunidad en los delitos.Por: Francisco González Bolón
Según el relato del compañero Fabián Pérez, de Navojoa, esta persona venía acompañado de su hija y un "guía" o mejor dicho coyote en el que fincó todas sus esperanzas, y dinero seguramente, para llegar al tan ansiado "sueño americano".
Pero el despertar fue brusco. Al llegar al Mayo, ya no volvió a ver a la pequeña de apenas 13 años de vida.
A veces ni las autoridades suelen creer o escuchar las historias sobre las bandas de tratantes de blanca que operan en regiones como esta.
Los enganchadores de migrantes suelen ser también delincuentes conectados con ese tipo de crímenes y por lo tanto muchas jovencitas migrantes desaparecen antes de llegar a la frontera.
Ni se diga la que en las ciudades y comunidades rurales son “reclutadas” para supuestos trabajos y terminan en otro tipo de actividades, forzadas por la necesidad y el terror que sus captores le imponen.
Es tiempo ya de que los procuradores de justicia de Sonora vean en mayor medida la magnitud que está alcanzan la delincuencia.
Solemos a veces pensar que nos hemos quedado muy rezagados de otras regiones en materia delictiva, pero la realidad nos dice que posiblemente estemos equivocados.
Hoy las ciudades sonorenses se han convertido no solamente en vías de paso de drogas y otros crímenes para ser receptores de maleantes que buscan víctimas en todos los rincones sin importarles el dolor que causen en las familias a la hora de desaparecer a sus hijas o hijos.
Los migrantes llegan a México con la esperanza de una mejor vida tras sus fronteras, pero se enfrentan a los peligros de aquellos malosos capaces de lo peor con tal de obtener dinero fácil.
Ojalá el llamado a las autoridades para que traten de localizar a Juana Kendi Miranda Gutiérrez, la pequeña del migrante de la historia, cale hondo en aquellos funcionarios que son padres y se pongan en el lugar del angustiado ciudadano que, de pronto, ha visto perdido a su mayor tesoro: su hija.
Que esas cualidades proyectadas en torno a la inteligencia, humana o electrónica, mediante la cual pueden detectar los pasos de los delincuentes en Sonora, haga su mejor labor para devolver al seno de su familia a esta niña antes de que pase a formar parte de estadísticas indeseables.
Quiera el cielo que a quienes leen estas líneas jamás les ocurra algo parecido. Por ello, hay que convertirse, desde ya, en guardianes de las familias pero también en denunciantes de todos aquellos malandrines que solamente andan viendo maneras de hacer daño al prójimo.
Sonora y Cajeme desean ya restablecer la paz, pero aunque se ve como un reto difícil de alcanzar, será mejor trabajar todos juntos, sociedad y gobierno, para que esa meta se cumpla de la manera más eficaz y oportuna.
Si no actuamos hoy, mañana puede ser demasiado tarde.
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