Compiten Harris y Trump
Por: Gerardo Armenta
La jornada electoral de hoy en Estados Unidos ha despertado un gran interés en todas partes, por no decir que en todo el mundo. La razón es más que obvia. Como bien se sabe, este martes se pondrá en juego comicialmente la Casa Blanca del país vecino. Ello equivale a señalar que en realidad lo que tendrán allá es una jornada por la presidencia.
Una mujer y un hombre compiten por ese cargo: Kamala Harris (Partido Demócrata) y Donald Trump (Partido Republicano). Esta es una presentación formal que en realidad no necesitan ni una ni otro. Este otro precisamente no requiere de mayores formalidades en este sentido. Porque acostumbra presentarse sólo con su deshilvanado o locuaz modo de ser. Practicante de la estridencia que no viene al caso, tiene en su haber el hecho de que ya fue presidente de Estados Unidos. Por increíble que haya parecido a lo largo de los meses de campaña, quiere volver al cargo.
Kamala Harris es dueña y practicante de un modo de ser radicalmente distinto. Agradable, simpática, ejerció una eficaz vicepresidencia bajo el mando de Joe Biden, a quien incluso sustituyó en la candidatura presidencial cuando el mandatario evidenció que de plano no estaba en mayores o mínimas condiciones para competir electoralmente. Hoy queda claro que el relevo de Harris por Biden fue lo mejor que pudieron idear los mandos del Partido Demócrata.
Prueba de ello es que la elección de hoy por la Casa Blanca llegó a su tiempo de realización con un impresionante nada para nadie con respecto a los dos aspirantes. Es increíble que la campaña haya cerrado prácticamente con casi un empate en lo que toca a las preferencias ciudadanas por Harris y Trump. Al comenzar y desarrollarse el calendario electoral, fue notorio que Harris siempre aventajó a Trump en todas las encuestas.
Así fue como se generó una saludable presunción de que la ex vicepresidenta norteamericana podría pasar sobre Trump con cierta o razonable facilidad. A la hora de la hora resultó que las cosas al respecto no serían tan fáciles o cómodas. La verdad es que hasta ayer en la mañana la ventaja de Harris era microscópica, lo que implicó que había dejado de ser ventaja, con todo lo que eso significó para las posibilidades de triunfo, ciertas o más seguras, de Harris. Lo cierto es que nunca nadie dijo que Trump resultaría un adversario fácil de vencer.
Finalmente quedó en claro que no sería así, por más frustración que haya generado esta evidencia. Todavía no se sabe cómo lo hizo, pero debe ser propio asumir que el candidato republicano despuntó sobremanera en el último tramo de la campaña. Sin embargo, en esta circunstancia hay un riesgo latente que, en una mala hora podría dar al traste con la seriedad de la democracia existente en el vecino país, en la que sería la repetición de una trama ya vista en una ocasión similar.
Al parecer sí es seria o creíble la historia que señala que Trump no reconocerá la elección en la que hoy participará si el triunfo no es suyo. Por fuerza y ánimo suyos, la elección solamente será legal, creíble y aceptable, sí él es declarado triunfador. De no ser así, invocará la cancioncilla de fraude que entonó la vez anterior cuando fue derrotado por Biden. En esa ocasión no aportó jamás la menor evidencia útil para probar su acusación.
No debe tener mucho sentido involucrarse en una elección en la que un candidato asuma, mucho antes de la víspera, que habrá un fraude para perjudicarlo y que por eso no reconocerá el triunfo de nadie que no sea él. La democracia es una y nada más, por lo que no se valen variantes de ninguna especie. Pero ésta tan particular o propia de Trump, sin duda no fue capaz de imaginarla ninguno de los grandes pensadores o teóricos que han escrito sobre la materia. Todo estará bien, mientras yo sea el ganador. He aquí la fórmula.
Aunque no falta mucho para que los hechos queden formalmente despejados en la elección presidencial por la mítica Casa Blanca de Estados Unidos. Por lo demás, puede ignorarse que un país como México fue hasta el final de la campaña electoral un tema socorrido en los mensajes proselitistas de Trump. Por ello, cabría suponer que tras su eventual triunfo podrían venir tiempos difíciles para un país como el nuestro. No tendría por qué ser necesariamente así. Existe algo que se llama capacidad de respuesta. No sería propio ni válido recibir amenazas de un vecino y socio comercial de primer nivel.
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