Historia: ¿por qué? ¿para qué? ¿cómo?

¿Qué tan correcto es promover la Historia de esta manera? ¿Es realmente una disciplina que puede fungir como una especie de reglamento?

Por: Jackeline Duarte Durazo

Recientemente, en los medios de comunicación, en las redes sociales, se habla o se hace alusión, de la importancia de conocer nuestra historia para el devenir de la nación. Incluso se ha llegado a mencionar a la disciplina como “maestra de la vida”, exhibiéndose como una especie de guía para las nuevas generaciones. Desde el gobierno se hace énfasis de su enseñanza en el aula, promocionándose como un medio para evitar los errores del pasado. Sin embargo, ¿qué tan correcto es promover la Historia de esta manera? ¿Es realmente una disciplina que puede fungir como una especie de reglamento?  ¿Conocer nuestra historia puede evitarnos repetir los errores del pasado? o, ¿cuál es realmente la función de la Historia?, ¿del historiador?

En mis primeros meses cursando la carrera de Historia, había un par de cuestiones sobre las que mis, entonces, maestros nos invitaban a reflexionar constantemente: ¿Qué es la historia? ¿Qué hace un historiador? Las respuestas que, la estudiante recién ingresada a la disciplina presentaba se basaron en la lógica aprendida de la educación en Historia que, en ese entonces, se nos enseñaba desde los primeros años de aprendizaje en el aula: ¿qué es la historia? Es la disciplina que estudia y narra cronológicamente los eventos importantes del pasado; ¿qué hace un historiador? Estudia eventos, situaciones o figuras del pasado.

Hoy, esas respuestas sirven como una prueba del alcance de mi razonamiento, una muestra de cómo era, de que caracterizaba a mi pensamiento en ese entonces. Y son, ahora, una prueba para la comparación de la evolución de mi raciocinio, de mis reflexiones; de los rastros que, el pasar del tiempo, ha dejado en mi persona. Y esto, a su vez, es otra respuesta a la pregunta anterior. ¿Qué es la historia, entonces? Es la huella del tiempo, presente en el desarrollo de las personas, de la sociedad. Son los vestigios de otras sociedades, preservados a través de la memoria y las visiones de particulares o colectivos. Exhibidos en fragmentos del pasado, que se conservan en las memorias, cartas, diarios, oficios, fotografías, entre otros.

Con base en lo anterior, la cuestión de ¿qué hace un historiador/a? es una reformulación de la pregunta, ya no se trata de hacer sino de buscar. Entonces, ¿qué busca un historiador/a? En mi caso, puedo decir que, la contestación a lo anterior se resume, en una palabra: comprensión. Cómo investigadores e investigadoras, cuyo objeto de estudio se encuentra en el pasado, en trozos del pasado, que se deben reconstruir. Para ello, son indispensables las presencias de los ¿por qué? y los ¿cómo? Son estas preguntas las que permiten darle una continuidad a la labor histórica, que es: la reconstrucción y reformulación constante, de los distintos eventos, periodos o personas que dieron cabida al desarrollo de la sociedad como se conoce en la actualidad. Cuestionamientos que, a su vez, tienen su origen en la principal característica y combustible de un historiador o historiadora: la curiosidad.

Una curiosidad que nace, no de la curiosidad por el pasado, sino del presente. De los elementos que, en la actualidad, distinguen a la sociedad, a las comunidades, a los colectivos, de sus pares, de otras épocas. ¿Por qué el poder político se divide así? ¿Por qué la sociedad evolucionó así? ¿Por qué la autoridad eclesiástica es así? ¿Cómo se conforma la sociedad? ¿Cómo funciona el mundo? Son los porqués y los cómo generados por la situación del presente, los que sientan las bases para que las y los historiadores indaguen en el pasado.

Esa es la particularidad de la Historia; el presente es el resultado, pero a la vez el origen de los cuestionamientos. Más que una serie lineal de fechas, nombres o acontecimientos, la investigación histórica funge como un rompecabezas, uno que se va armando de acuerdo con los intereses y particularidades de cada investigador. Y es esa particularidad, lo que le da su singularidad al quehacer histórico: la heterogeneidad de sus visiones en torno a un mismo suceso. La veracidad de un evento o situación nunca será definitiva, puesto que los argumentos que se construyen para su explicación dependen de fuentes de información, cuya objetividad es cuestionable. La Historia y el quehacer histórico es, ante todo, una crítica constante.  No se trata de aprender del pasado, sino de cuestionarlo.