"Hoc fac et vives"

Esto aparece en el evangelio del día de hoy, al inicio que nos presenta un diálogo el evangelista San Lucas, capítulo diez

Por: Saúl Portillo Aranguré

"HAZ ESTO Y VIVIRÁS", es la respuesta de Jesús al maestro de la ley, que se acerca para hacer LA PREGUNTA MÁS IMPORTANTE DE LA BIBLIA, no hay pregunta más fundamental que hacerle a Jesús. Esto aparece en el evangelio del día de hoy, al inicio que nos presenta un diálogo el evangelista San Lucas, capítulo diez.

Si tuviéramos la oportunidad de estar delante de él, con la certeza que tendremos respuesta inmediata, no podríamos perder tiempo, con preguntas que no contribuyan a tu bien personal, ¿de qué sirve saber enigmas, secretos de las civilizaciones, dudas ancestrales que sólo sacian una curiosidad innecesaria? O ¿cuántas personas quisiera preguntar lo que el otro hace o piensa en secreto, o más aún los números ganadores de los sorteos más grandes del momento?; No, si no hemos entendido que del presente y lo más grande de la vida no está en este mundo. Dejemos de fantasear con los tres grandes deseos que un genio de la lámpara maravillosa, nos conceda para ser "feliz" según los bienes materiales aparentes (riqueza, belleza y salud), lograrían dar rienda suelta a la satisfacción humana, que nunca se sacia del todo, porque la verdadera hambre del alma está en llenar el vacío del corazón, tiene un tamaño y forma de Dios, que absolutamente nada puede llenarlo.

La pregunta es:

¿QUÉ TENGO QUE HACER PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?

Tenemos que preguntarnos de manera personal, si con lo que hago obtendré vida eterna o sólo la vida temporal. Hace falta preguntarse lo más esencial de esta oportunidad de vivir esta vida de la que no fuimos consultados para tenerla, pues desde la fe sabemos que es un don, un regalo, que agradecidos debemos recibir, valorar y descubrir lo que Dios quiere de nosotros, para hacerlo, como dicen unas escuelas católicas locales, "si lo quiere Dios, lo quiero yo", haciendo "todo por Jesús", sólo así "lo que está unido permanece".

La pregunta más importante que habría que hacer, si pensamos que nuestra vida es pasajera y que "¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?" (Mateo 10,26).

Habría que clarificar un elemento base que aparentemente se ignora, la vida del ser humano es sólo cuestión de unas décadas; por cierto, menos de diez,  que le precede a la muerte, entonces la parte eterna del ser humano, no es la memoria o el  recuerdo de sus "obras" trascendentes en esta tierra, va más allá de "escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo"; el Creador Dios, ha establecido el don de la vida, para que libremente le conozcamos, amemos y sirvamos, sobre todo mediante el prójimo, tal como lo ejemplifica en la historia ficticia y llena de verdad, de la parábola del "buen samaritano".

NO hay segundas oportunidades de vida, no creemos en la reencarnación, sino en la resurrección de los muertos al final del mundo, pues la palabra de Dios dice que, "...así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio (personal)" Hebreos 9,27.

SALVACIÓN PARA MÍ Y PARA MI PRÓJIMO

De tal manera, que para obtener la salvación personal con consecuencia social, fruto del encuentro personal con Jesucristo, cambia el rumbo de la historia personal, donde el caminar pasa por el autoconocimiento; pues la auténtica conversión es, volver al corazón humano en el corazón de Jesús, que está en lo más íntimo de nuestra intimidad, en el corazón de nuestro corazón, o como diría Santa Teresa de Jesús, que es la oración, la puerta que hay que cruzar, la única manera de recorrer el camino al castillo interior del alma, que es nuestra alma; ahí es donde nos espera el Señor Jesús, con más deseos que nosotros que nos encontremos con Él y será entonces que, nos conoceremos tal como somos, sin enredos, ni engaños, asumiendo nuestras miserias y su gracia misericordiosa. Pues la oración honesta y humilde, nos ubica, nos lleva de la mano de manera sencilla, al encuentro con Jesús, conmigo y me lanza a amar a los que Jesús tanto ama, y le llamo mi prójimo, cuando el maestro de la ley, entendió la parábola, Jesús le recomendó: «Anda y haz tú lo mismo».

Por esto, las grandes recomendaciones que la Palabra de Dios nos llama para alcanzar la salvación, nos implica primero a nosotros, luego a los demás, en la misión que llamamos evangelización, quien escuche nuestra experiencia de vida (testimonio) y responda que sí al Señor, tendrá vida, y al que no acepte, tendríamos que cuidarnos de esas contaminaciones que el mundo ha inyectado en el ideario de tantos, queriéndolos convencer que Dios no existe, que la vida auténtica y libre es hacer lo que nosotros nos pegue la gana, que todo se resume en una sociedad ególatra, sincretista y atea; sólo por ignorancia.

Judas Tadeo, capítulo 1, versículos del 20 al 23: "Pero ustedes, queridos míos, edifíquense a sí mismos sobre el fundamento de su fe santísima, orando en el Espíritu Santo. Manténganse en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la Vida eterna. Traten de convencer a los que tienen dudas, y sálvenlos librándolos del fuego. En cuanto a los demás, tengan piedad de ellos, pero con cuidado, aborreciendo hasta la túnica contaminada por su cuerpo".

DEJEMOS QUE NOS EVANGELICEN, PARA PODER EVANGELIZAR

"Evangelizar no es, en primer lugar, llevar una doctrina, sino, ante todo, hacer presente y anunciar a Jesucristo. La misión evangelizadora de la Iglesia es la mejor expresión de la economía de la Revelación. En efecto, el Hijo de Dios se encarna, entra en la historia y se hace hombre entre los hombres. La evangelización hace concreta esta presencia perenne(permanente) de Cristo, para que, quienes se acercan a la Iglesia, puedan encontrar en su persona el camino para «salvar su vida» (Mateo 16, 25) y abrirse a un nuevo horizonte". (Directorio General para la Catequesis, #29, 2020).

saulportillo@hotmail.com