La coalición PAN, PRI, y PRD dieron a conocer al “Frente Amplio Opositor”, coalición de partidos con la sociedad para construir un proyecto de nación
Por: Manuel Borbón Morales
Dice el famoso adagio del deporte de los puños que, después de que suena la campana, si en el ring hay dos oponentes con un par de puños, la historia la escribirán solamente ellos dos y su capacidad para vencer a su contrincante. Dicho lo anterior, es importante mencionar que, así como el boxeo, también la política ha demostrado conforme el paso de la historia que nada está escrito en piedra y las sorpresas terminan por ser mucho más comunes de lo que parece.
Durante los últimos meses el único púgil dentro del cuadrilátero vestía pantaloncillo guinda y de piel morena, es decir, mientras la sociedad civil que buscaba un equilibrio en el ejercicio de gobierno se remitió a esperar una opción de la oposición que diera el peso suficiente como para subirse al ring en su calidad de retador ante el que ahora ostenta el campeonato de parte del partido oficial, Morena, quienes parecían ser los dueños del proceso de sucesión presidencial adelantado, siendo únicamente sus suspirantes quienes día a día ocupaban las 8 columnas de prácticamente todos los medios de comunicación, así como también, de los mentideros políticos.
Sin embargo, aunque con muchos tropiezos, por fin la oposición logró ganar un round al partido oficial, ya que, desde la semana pasada la nota la han dado, para bien o para mal, la coalición integrada por PAN, PRI, y PRD, quienes en un acto inédito en nuestro país dieron a conocer en primera instancia la conformación de un “Frente Amplio Opositor”, lo que en español significa una coalición de partidos políticos con la sociedad civil para construir en conjunto un proyecto de nación, similar a lo ocurrido en el proceso plebiscitario de Chile en 1988, para posteriormente pasar al método de selección del candidato o candidata de dicho frente opositor, y por último, conformar, en caso de éxito, el primer gobierno de coalición en México, el cual, en pocas palabras, busca acotar el híperpresidencialismo mexicano, o, dicho de otra forma, tiene como principal objetivo la generación de consensos y que, el que pierda, no lo pierda todo; mientras que el que gane, no lo gane todo, en la búsqueda de generar equilibrios en un país cada vez más diverso y polarizado.
Dicho proceso ha generado nuevos bríos entre quienes pensaban que la contienda sería solamente entre las corcholatas oficiales, por lo que, aspirantes como Santiago Creel, Beatriz Paredes y, la recién llegada a la contienda Xóchitl Gálvez, han comenzado a levantar ámpula en la clase política actual ya que, como bien dicen los números, si dicho proceso logrará consolidarse y ejercerse sin simulaciones (vaya reto), quien resulte electo de dicho proceso, estaría en condiciones de competitividad frente a su símil de Morena.
Los defensores de dicho proceso se han remitido a hablar de las elecciones intermedias para diputados federales de 2021, donde la coalición opositora logró reunir un total de 19.5 millones de votos, contra los 21 millones obtenidos por la alianza encabezada por Morena, una diferencia que ronda el margen del 3%, mientras que, de haberse sumado Movimiento Ciudadano a la coalición opositora se hubiese logrado sobradamente la mayoría en la Cámara de Diputados. Caso similar a lo ocurrido en el municipio de Cajeme en los pasados comicios para presidente municipal de 2021, donde tan solo con la suma de la alianza PAN, PRI, y PRD, con la opción independiente, se hubiesen superado a la opción de Morena con más de 6 mil votos.
Empero, el talón de Aquiles de dicho proceso se encuentra en la simulación, es decir, si los dirigentes llevan este proceso con la mira puesta en lograr consensos rumbo a la victoria, la oposición tendría en sus manos la opción de, por lo menos, ser competitivos en este proceso sucesorio de 2024, el cual, tiene aún muchos rounds con historias por contar.
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