Los resultados del domingo eran más o menos esperados, pero quizá nunca con la severa y contundencia que hizo notar el favor a Morena y sus aliados
Por: Gerardo Armenta
De alguna manera hasta cierto punto razonable, los resultados del domingo anterior eran más o menos esperados. Pero quizá nunca con la severa y contundencia numérica que finalmente hicieron notar en favor de Morena y sus asociados partidistas. Es preciso reconocer, sin muchas medias tintas de por medio, la evidencia que ofreció esta historia el fin de semana. No hay en este sentido mayor lugar para ninguna clase de dudas o incertidumbre.
La verdad es que se esperaba una mayor fortaleza operativa de la oposición en relación con el sufragio ciudadano. A la hora de la hora, empero, los hechos fueron muy distintos. De esta manera, con una extrema holgura comicial de su parte, Claudia Sheinbaum evidenció de buenas a primeras un triunfo arrollador e inobjetable. El porcentaje de votación suyo que rápidamente acreditó en la noche dominical, emitido por el Instituto Nacional Electoral, perfiló sin muchas complicaciones de por medio la evidencia o certeza de su victoria.
El llamado conteo rápido dado a conocer fue directo y contundente. Este aviso se advirtió rápidamente como una especie de fulminante nocaut para la oposición. Prueba de ello es que la misma Xóchitl Gálvez no tuvo empacho para aceptarlo y felicitar a Claudia por lo que se anticipaba como una resonante victoria propia suya. Como es fácil entenderlo, tras ese mismo conteo rápido se abrieron automáticamente las puertas de la victoria presidencial para la ex Jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Y fue así como rápidamente empezó a escribirse una nueva historia en este país tras una campaña presidencial con tres contendientes. En un ejercicio de esta naturaleza las encuestas, en su momento, acreditaron casi rápidamente el triunfo presidencial de Sheinbaum. Podría decirse que lo hicieron hasta unánimemente y hasta con porcentajes de suyo muy elevados, en demérito, por supuesto, de Gálvez Ruiz y Jorge Álvarez Máynez. Hoy se sabe que las encuestas reflejaron nítidamente el estado de ánimo electoral existente en el país a favor de Claudia. Debe reconocerse que esta es una especie de reivindicación profesional o técnica para esa clase de trabajos, que recobran así la utilidad y necesidad de su quehacer.
A la luz de estos informes, resultó notorio que, por ejemplo, la candidata presidencial de Morena nunca perdió (ni siquiera por asomo) su altísimo grado de aceptación electoral ciudadana y política. En el crucial momento de las urnas, es decir, al emitir su voto la ciudadanía, quedó en claro que ese elevado nivel de popularidad que alcanzó Sheinbaum fue siempre real y constante. Por esta gratísima circunstancia se convertido ya en la primera mujer en México que llegará a la Presidencia de la República.
Lo anterior se dice fácil pero obviamente nunca lo fue así. Prueba de ello (como tanto se está poniendo de relieve hoy) es que Claudia Sheinbaum será la primera mujer en 200 años de historia que desempeñará el cargo presidencial por excelencia y definición existente en un país como el nuestro. El ejercicio de la tarea presidencial siempre le fue negado a la mujer en el medio sociológico y político mexicano. Por más que resulte inexplicable y abusiva una discriminación de esta naturaleza, lo cierto es que prevaleció como si nada durante dos centurias como parte de la “cultura política” estilada en el ámbito respectivo.
Por eso no se antoja exagerada ni fuera de proporción la premisa que describe el inicio de una nueva era en un país como el nuestro, en tanto que está ya la primera mujer que lo presidirá a partir de dos consideraciones excepcionales o fundamentales: México es el país de habla hispana más grande del mundo y representa también la segunda democracia con mayor tamaño de América Latina. En un mensaje dominical, tras anunciarse el curso de la elección, Sheinbaum dijo textualmente:
“Por primera vez en 200 años de la República me convertiré en la primera presidenta de México y, como lo he dicho en otras ocasiones, no llego sola. Llegamos todas, con nuestras heroínas que nos dieron patria, con nuestras ancestras, con nuestras madres, con nuestras hijas y con nuestras nietas”. Hizo así un gran reconocimiento a la mujer mexicana empezando con “nuestras heroínas” hasta llegar con “nuestras nietas”. Un buen detalle conceptual, práctico y político para dirigirse a la opinión pública en la noche de la misma elección.
Como es fácil entenderlo, esta es una historia que apenas está empezando. Formaliza apenas sus prolegómenos y lo bueno es que esta apertura de tiempos nuevos está ocurriendo en un contexto de concordia política y reconocimiento electoral. El tiempo comicial transcurrió en estas alturas y empieza a perfilarse el propio y posterior a las elecciones con una extraordinaria y notable evidencia: una mujer, Claudia Sheinbaum Pardo, asumirá la responsabilidad presidencial. El mundo lo sabe hoy y vale repetirlo: será la primera vez que un hecho tan especial o significativo ocurra en México en un larguísimo recorrido histórico.
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