El puente

Por: Jesús Huerta Suárez

Juanito tuvo la suerte de nacer en el seno de una familia correcta, de firmes creencias, próspera, con una cosmovisión que sorprendía a propios y extraños, y entre pirámides y campos floridos.  Desde pequeño fue muy querido por los suyos, y aun cuando su familia era muy estricta en todo lo referente a la educación, la salud, la naturaleza y el cuidado de sus bienes y posesiones, que era capaz de matar a quien osara atentar contra ellos. Tenían a sus propios dioses que adoraban y por ellos eran capaces de hacer cualquier cosa. Así era su costumbre y así les había funcionado hasta entonces, hasta que un mal día para ellos llegó un grupo de hombres que venían de muy lejos y osaron profanar con sus plantas su suelo y ahí comenzó la debacle para Juanito y su familia.

No pasó mucho tiempo cuando estos invasores, apoyados por un grupo de traidores que llevaban consigo años de odio reprimido, unieron fuerzas y acabaron con la familia de Juanito. La sometieron y mataron a los más que pudieron para quedarse con lo que quisieron. Al niño no lo mataron, pero lo dieron en adopción a un matrimonio que lejos de amarlo como se debe a todo niño, lo maltrataron física y psicológicamente, y ya no le siguieron alimentado adecuadamente como antes, y el pobre infante fue subiendo de peso hasta convertirse en un adulto obeso y enfermizo. Sus padres postizos descuidaron también su educación, y Juanito se convirtió en un adulto sin interés por aprender y se sumergió en el pozo de la ignorancia. El orden y la limpieza una vez vista en su lugar de residencia, quedó en el olvido, y de ahí en adelante se acostumbró a vivir en la suciedad y el caos. A él ya nada le importaba más que perder la conciencia con alcohol o alguna otra droga; su trabajo lo veía como una maldición; no disfrutaba nada y no le importaban los demás. Juan nunca pensaba en construir, sino lo contrario. Ahora, él era quien vivía lleno de odio y de frustración, y no era para menos después de lo que le pasó, mientras tanto, nuevas camarillas de descendientes de los que los invadieron se incrustaron en el poder, y lo que antes era una tierra próspera, se convirtió en un mar de lágrimas, en ríos de sangre, en pobreza para más de la mitad de su población, en división social, en violencia y desenfreno, todo eso porque los invasores y los traidores solo buscaron apropiarse de los bienes ajenos, pisotear la educación, olvidar la justicia y fomentar la impunidad entre los suyos.

Juan terminó sus días sumido en el olvido y la tristeza, pero nunca perdió la esperanza de volver a ver a su pueblo en armonía y animado por sus corridos levantando un puente hacia el gran porvenir que los niños un día estarán disfrutando.

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