El debate y el eclipse

Un formato de siempre

Por: Gerardo Armenta

Entre debate presidencial y eclipse solar total. Parecería que la atención pública general quedó centrada recientemente en esos dos sucesos. Como si obedecieran a una pertinente programación, uno se llevó a cabo el domingo anterior y el otro al comenzar la presente semana, el lunes. Nunca ha debido ocurrir algo similar en la historia de este país.

Las dificultades para que eso ocurra casi al unísono no han de ser desdeñables. Y si bien un debate entre aspirantes presidenciales se organiza al parecer sin mayores dificultades técnicas y operativas, presenciar un eclipse de sol se antoja algo en verdad mucho más complicado, en tanto que no es algo que dependa de ninguna voluntad humana o institucional. Pueden pasar años y más años (como ha ocurrido históricamente) sin que se disponga de referencia segura sobre la formalización de un eclipse solar o lunar.

Por eso fue bueno que, en el debate entre aspirantes presidenciales, a nadie de sus tres participantes se le ocurrió prometer la formalización de un eclipse para enmarcar como Dios manda alguna venidera celebración cívica o patriótica. La verdad es que fue más que suficiente con lo que se dijo o dejó de decirse en el evento del domingo anterior. Al parecer, es un tanto abrumadora la coincidencia que terminó por arropar la hechura de ese evento. Una palabra lo describe todo sin mayores complicaciones de por medio: aburrido.

No debe ser justo del todo responsabilizar por esa situación a quienes aspiran a la Presidencia de la República y tomaron parte estelar en su desarrollo, es decir, Claudia Sheinbaum Pardo, Xóchitl Gálvez Ruiz y Jorge Álvarez Máynez. De suyo, importa reconocer que desde siempre actos de esa naturaleza nunca se han prestado para generar un contundente entusiasmo popular por el modo en que suelen llevarse a cabo. De esta suerte, las y el aspirante presidencial tuvieron que sujetarse a un formato complicado en cuanto a tiempos de realización y, sobre todo, a temas no necesariamente dotados del suficiente interés o valor público para debatirlos a lo largo de dos horas cargadas por ello de enfado y quizá hasta de bostezos por parte de la audiencia.

Por lo demás, es obvio que nadie esperaría que en un compromiso de esa naturaleza sus protagonistas se tiren hasta con la cubeta y terminen dedicándose sentidos recordatorios familiares de tronante significado. Pero un poco de valor conceptual en sus dichos o pasión anímica en la exposición no le hace daño a nadie. No faltarán quienes renombren estas actitudes como ataques personales. Pero se trata de riesgos que, sin ánimo de que se les estimule, suelen formar parte de lo que en simpleza de términos es común que se les identifique como debates de verdad.

En tales circunstancias, bien podría señalarse que el evento llevado a cabo el domingo anterior repitió puntualmente el añejo y decadente formato estilado siempre en compromisos de esa naturaleza. Queda de manifiesto, entonces, que lo que verdaderamente importa en tal formato es el tiempo que debe utilizarse para decir lo que se tenga que decir, lo que obviamente de suyo pocas veces se cumple porque los ponentes terminan viéndose “carrereados” por el apremio del reloj.

El problema con los debates presidenciales, entonces, es de formato. Pero lo cierto es que ha pasado suficiente tiempo histórico en la materia y las cosas al respecto siguen exactamente igual. Sabe quiénes y cómo perfilarán a la hora de la hora la mecánica operativa de los careos de que se habla. Y es que realmente parecería que la finalidad es complicar de suyo la mecánica o el desenvolvimiento del evento en sí. En el Instituto Nacional Electoral deben saber que no es recomendable meter en un costal todos los temas que interesan al país para ser discutidos en un encuentro. Por eso después se les tiene que quitar la palabra a los expositores. Se tendría que priorizar.

Dicen que todavía habrá dos debates presidenciales más. Jesús, María y José. No es para tanto. ¿O sí? Resultaría propio desburocratizar la mecánica impuesta hasta ahora en ese evento. El llevado a cabo el domingo resultó tedioso en más de un sentido, por más que sus participantes se hayan dicho cosas agresivas, pero con toda formalidad. En todos lados un debate significa confrontación. El que se comenta la tuvo. Pero es evidente que algo le faltó para terminar de impactar del todo. A ver qué pasa con los venideros encuentros…

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