Por: Jesús Huerta Suárez
Una noche estaba tocando junto con mi grupo en la parte posterior de mi casa. En la parte anterior tenía un negocio de hamburguesas, hasta donde llegaba el sonido de lo que estábamos practicando. En eso estábamos, cuando de pronto llegó hasta el cuarto de ensayo un joven señor acompañado de un niño que tendría unos cinco años. Ambos, padre e hijo, se quedaron en la puerta escuchándonos muy sonrientes. El papá me señalaba y le decía, mira, mijito, así se toca la batería, y el sólo se quedaba viendo, sonreía y se movía al ritmo de la música. Así pasaron algunos minutos ante este diminuto público que nos cayó de sorpresa y que parecía estar disfrutando de nuestras canciones.
Hasta que llegó un momento en que la música se detuvo, y fue que el padre le dijo al niño, —mira mijito, esa es la batería, la que él toca, y me señaló. Te voy a comprar una para que vayas empezando y seas baterista de un grupo de rock.
Yo, me sentía soñado…
Entonces, el niño volteó y viéndolo a los ojos, le dijo: “Papá, ya te dije que yo no quiero ser baterista; yo quiero ser bailarín”, afirmó el infante muy serio.
Entonces, el papá lo jaló del brazo y le dijo en tono autoritario: “¡Ya te dije que no vas a ser bailarín”! y se lo llevó casi arrastrando. El niño se puso triste, no sé si porque le llamaron la atención enfrente de nosotros, o porque su papá no quiere que baile. A mí me dio coraje, pero no me atreví a meterme en su plática por respeto al niño… ¿Cómo es posible, pensé, que alguien sea tan superficial para ni siquiera darle a su hijo la oportunidad de tratar de ver si tiene talento para bailar? ¿Tiene algo de malo ser bailarín? ¿Ser bailarín te hace menos hombre?
Un detalle tan simple me hizo pensar muchas cosas, entre ellas la importancia de ayudarles a nuestros niños a encontrar su talento; a orientarlos y darles oportunidades para que descubran sus habilidades sin prejuicio alguno, aun cuando lo que a ellos, en su individualidad, que no nos pertenece, no nos guste en lo absoluto. Podemos opinar, quizá, pero no cortarles las alas por nuestros temores, traumas o fobias. No se vale; no se debe.
Jesushuerta3000@hotmail.com