Deberíamos preguntarnos ¿qué es una droga? En 1974, la OMS la definió como una "sustancia química, que se incorpora al organismo humano"
Por: Rubén Carreón Diazconti
La manera en cómo percibimos a las drogas va cambiando con el paso del tiempo; distintas culturas y civilizaciones milenarias han hecho uso de ellas con distintos propósitos, ya sean recreativos, de sanación o incluso para adivinar o predecir sucesos. La historia está llena de referencias y la literatura es vasta, pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de drogas?, ¿hablamos de plantas, flores o formulas químicas?, ¿cómo pasaron estas a ser mercancías cargadas de valor y significado?
Quizás deberíamos comenzar por preguntarnos ¿qué es una droga? La Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1974 dijo que la droga es una "Sustancia química, que se incorpora al organismo humano, con capacidad para modificar varias funciones de este (percepción, conducta, motricidad, etc.)"; por su parte Emilio Lamo, jurista español autor de "Delitos sin víctima: orden social y ambivalencia moral", dice que "la droga" es más un estigma que una sustancia, ya que en nuestra sociedad, el tabaco, el alcohol y la medicina de patente –siendo todas ellas sustancias en el sentido mismo que proponía en 1974 la OMS- no tienen la misma connotación de desprestigio social y cultural como los derivados del cannabis, la hoja de coca o la amapola.
En esta modernidad, al parecer la droga es más lo que se cree que es, que aquello que realmente es. En sentido estricto todas las personas somos consumidoras de una o más. Hay quienes no podrían comenzar el día sin una taza de café, o acudir a una fiesta de graduación sin beber una copa, incluso hay quienes en el ambigú no podrían resistir la tentación de un bocado con cantidades ingentes de azúcar. Si tomamos como base la definición de la OMS, el azúcar es también una droga, incluso una de las más dañinas y a su vez más placenteras, libera opioides y dopamina y por lo tanto tiene un potencial adictivo considerable. Muchas personas afirman sentir una imperiosa necesidad de comer alimentos dulces, de forma similar a cómo una persona con adicción al alcohol puede sentirse obligado a beber.
¿A qué nos lleva esta reflexión?, cuando hablamos de drogas alguien resulta incómodo, pues parece que "la droga" es un miedo colectivo que tiene efectos, en parte reales, en parte imaginarios. ¿Cómo es que decidimos prohibir unas y aceptar otras? Curiosamente las drogas más dañinas -tanto para el individuo como para los demás- son aquellas con las que más convivimos.
En todo el planeta las drogas se regulan según un sistema de clasificación que se basa en los daños y los riesgos que conllevan. Cada país aplica de manera distinta su sistema propio de clasificación, por ejemplo, lo que en Uruguay, Portugal o Países Bajos está permitido, en México, China o El Salvador está prohibido.
David Nutt, un reconocido científico y neuropsicofarmacólogo inglés, desarrolló una escala para evaluar el daño que las drogas ocasionan tanto para quien la consume como para terceros, y resulta nada más y nada menos que el alcohol es la que ocupa el primer lugar en el ranking, una droga que está permitida abiertamente y que incluso se alienta a consumir mediante campañas, comerciales y anuncios. En contraparte, el MDMA, mejor conocido como éxtasis, es una de las drogas más inocuas tanto para terceros como para quienes lo ingieren y está posicionado en dicha escala como la droga menos dañina. Incluso Nutt se aventura a decir que la equitación -un deporte casual en Reino Unido- es más peligrosa que ingerir Éxtasis. Volvemos al tema de la ambivalencia moral con respecto a las drogas.
Nuestra idea de las drogas cambia. No hay drogas buenas o malas. En todo caso, sin duda las drogas son buenas, lo que ocasiona que sean perjudiciales y tóxicas es la política que las abraza. Una política de drogas mal diseñada puede ocasionar más muerte y más daños que los que las mismas drogas pudieran ocasionar. La metanfetamina ha tenido sus usos terapéuticos, ha servido para tratar la narcolepsia y para atender la obesidad mórbida, hoy en día es una de las drogas más satanizadas. Lo mismo sucede con el fentanilo, creado para fines médicos a mediados del siglo pasado, hoy en día, gracias a una política de drogas mal avenida, es causante de una mortandad sin precedentes.
Cuando hablamos de drogas es importante dejar la moral de lado y poner en el centro la evidencia. Campañas como DARE en Estados Unidos de América o Vive Sin Drogas en México han ocasionado más daño que bienestar. Si pensamos que ambos países son cuna de consumidores de drogas sería mucho mejor enseñar medidas de seguridad para cuando los jóvenes decidan usarlas en vez de relegar al clandestinaje a todas las personas que las usan.