Degradación moral

Por: Francisco González Bolón

Un día mas de luto, el de ayer, en Hermosillo. Apenas el sábado la furia de la naturaleza se llevó dos vidas y el lunes amanece con el asesinato de tres menores de edad y un, su padre, suicidado.

Durante el ejercicio periodístico se alcanzan a ver infinidad de sucesos que parecieran ser los peores, pero siempre habrá algo que los supere, como ha sucedido en la capital sonorense con esta tragedia familiar.

El hecho de que un padre, en las condiciones que haya sido, decida matar a sus hijos para luego quitarse él la vida, demuestra que la sociedad ha llegado a intolerables momentos de corrosión moral.

Sin duda la población se ha dedicado a superar casi siempre lo hasta ayer logrado en todos los quehaceres de la vida humana. Y no se diga en la violencia que en Sonora ha llegado para arrebatar todos los días a una madre, un padre, un hermano o hermana del seno familiar.

Los que están sentados en los sillones oficiales solamente observan el paso de esos acontecimientos y los convierten en estadísticas, luego en discursos y, jamás, en soluciones.

Por el contrario, se irritan cuando se les cuestiona sobre lo mal que están las cosas y, con descaro, solamente alcanzan a decir: Tengo otros datos.

No saben que, como alguien dijo hace un buen rato ya, "No aprenderás nada de la vida si crees que tienes la razón todo el tiempo.

En vez de la autocrítica, el pleito. En vez de la humildad para reconocer el retroceso, la maledicencia contra los que dejaron como herencia la corrupción, el crimen, la podredumbre.

Y en la burbuja de la que habla Jorge Ramos, periodista mexicoamericano, los de las altas esferas solamente alcanzan a ver el color rosa del no pasa nada, vamos bien y todo está mejorando, aunque a su lado estén cayendo rayos y centellas.

No se trata, como cree Epigmenio Ibarra, que los críticos y la sociedad quieren “que vuelva el régimen corrupto y saqueador”. Jamás.

De lo que se trata es de echar para siempre las prácticas corruptas, el matrimonio entre funcionarios y los violentos y tantas otras desgracias que han mantenido a este país en el bajo mundo de la mediocridad, a pesar de que ahora se hable de que “somos el primer socio comercial de Estados Unidos, somos los mejores en combatir la pandemia o somos los número uno en transparencia”, cuando en la práctica todo se derrumba como castillo de naipes.

Nadie olvida a los que saquearon a este país. Nadie desea en las calles, libremente, a quienes hundieron el barco. Nadie quiere que esos malos gobernantes vuelvan por sus fueros.

Y por ello la sociedad, una vez más, se aferra a la tablita de salvación que parece ver en los que proclaman la transformación pero parecen conducirse a una mayor degradación.

Pero no se valen ya las simulaciones. El dicho “si le tienes miedo hazlo compadre”, es aplicable a no enfrentar directamente el deseo de los mexicanos de ver en la cárcel a los corruptos del ayer, pero también los de hoy, cuando se recurre a una mañosa consulta que solamente trae derroche de un dinero que hace falta para tantas necesidades.

En fin, la degradación moral de México no solamente está en el seno familiar sino también en las altas esferas.

Y mientras las escaleras no se barran de arriba hacia abajo, como se prometió hace unos tres años atrás, todo lo demás que se haga será totalmente inútil.

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