La Boca está seca, lo mismo que las demás presas que surten de agua a Monterrey. La capital nuevoleonesa tiene sed, pues no ha llovido...
Por: Armando Fuentes (Catón)
"No puede usted subir a mi autobús, le indicó el conductor a la señora. "Su maleta es demasiado grande". La mujer se exasperó. Le dijo al chofer: "Métase su camión ya sabe dónde". Replicó el hombre: "Si se mete usted su maleta ahí mismo entonces sí puede subir". Dulcibel le estaba contando una película a su amiga Susiflor. "Luego él le dio a ella un beso en los labios". "¿En los labios? -repitió Susiflor-. Ha de ser una película muy vieja". Siento un inmenso cariño por Santiago, Nuevo León. Ahí viven familiares de mi esposa a los que queremos y de quienes guardamos recuerdos entrañables. Bello lugar es la antigua Villa. Tiene una iglesia parroquial con una escalinata al frente que el que la suba está ya calificado para subir al Everest. Muy cerca está la presa de La Boca, en cuyo embarcadero nos esperaba en su lancha de motor Ernesto "El Chaparro" Tijerina, uno de los hombres más buenos que en mi vida he conocido. Para el efecto vestía él atuendo marinero: pantalón y zapatos blancos; saco azul -marino, desde luego- con botonadura dorada; kepí de capitán de navío. Nos llevaba al otro extremo de la presa. En su orilla tenía un pequeño chalet en el cual agasajaba con largueza y señorío a sus amigos. Ahí traté a don Eugenio Garza Lagüera, amable y caballeroso. Cuando él y Ernesto se conocieron don Eugenio le preguntó: "Y dígame: ¿cuál es su giro?". Contestó de inmediato el Chaparro: "Pregúnteme más bien cuál es mi sobregiro". Esta anécdota me la contó Genaro Leal, otro gran señor cuya sabia y sabrosa conversación es un regalo. Conviví también ahí con Héctor Espino, una de las más grandes glorias del beisbol mexicano, y con otro inolvidable amigo, Rafael Domínguez García, que cantaba como nadie la canción "Estoy pensando en ti", que unos dicen que es de Lara y otros no. Era un gozo ver desde la casa de Ernesto la presa rebosante de agua. En ella se reflejaban las nubes que llegaban y se detenían para mirarla y ver a Santiago desde arriba. Ahora, dice "El Norte", la presa está en el nivel más bajo de su historia, y en su vacío vaso han aparecido ruinas de las construcciones que alguna vez estuvieron en el sitio, y hasta el esqueleto de un coche que una vez cayó en sus aguas y ahí se quedó ya. La Boca está seca, lo mismo que las demás presas que surten de agua a Monterrey. La capital nuevoleonesa tiene sed, pues no ha llovido, y cuando no llueve es como si Diosito se hubiera quedado dormido, cansado de tanta eternidad, y se hubiera olvidado de nosotros. "Seré el mejor secretario de Agricultura en la historia de México" -le prometió el Gordo Pesqueira al Presidente Miguel de la Madrid cuando le dio el nombramiento. Ya en la puerta se dio la vuelta y añadió: "Si llueve ¿eh? Si llueve". Ahora los laboriosos nuevoleoneses, y muy especialmente los regiomontanos, sufren por la falta de agua. Grave carencia es ésa, que puede llevar al extremo de racionar el vital líquido, si me es permitida esa expresión inédita para aludir al agua. Prudencia en su uso; búsqueda de nuevas fuentes de abastecimiento y rogativas para que pronto llueva en abundancia; todo eso se necesita en este caso de gran necesidad. Sería penoso que sucediera ahí lo que he narrado que pasó en un pueblo de Sonora. Cierta señora se quejó en un programa de radio de que el agua escaseaba tanto en su colonia que tenía que levantarse por las noches para coger agua. Le preguntó el locutor: "¿Y cogió anoche?". Tras una pausa respondió la señora: "¡Áñil!". Esa expresión sonorense, dice el señor Sobarzo, significa algo así como "claro", "naturalmente", "por supuesto", "a huevo". FIN.