Cambiando todo lo que hay que cambiar, a sus años, Pablo Gómez está agarrando nuevos calores... en el buen sentido de la palabra
Por: Armando Fuentes (Catón)
Doña Rosa, la mujer de don Abundio, jura y perjura -"por ésta"- que lo que cuenta de su marido es cierto. Él, encrespado, niega todo; la llama "vieja habladora" y asegura que las historias que su esposa narra son una vil mentira. Anoche, en la sobremesa de la cena en la antigua casona del Potrero, doña Rosa contó la última de don Abundio. Dice que el viejo empezó a sufrir ciertas incomodidades en la parte posterior, molestias que nunca antes había sentido y para las cuales no hallaba explicación. Consultó el caso con el pasante de Medicina que hacía su servicio social en el ejido, y éste le sugirió que fuera a Saltillo o Monterrey a la consulta de un proctólogo. Posiblemente, le indicó, su problema residía en la próstata. Ya estaba en edad, añadió, de tener esos problemas. Don Abundio le preguntó qué era eso de la próstata, y qué le iba a hacer el tal proctólogo. El joven médico le explicó pacientemente lo de la próstata, y en seguida le describió lo que el especialista le iba a hacer: le iba a introducir a fondo un dedo por el orificio posterior, y con el dedo le iba a hacer una completa exploración de la cavidad anal. "¡Ah no! -rechazó, vehemente, don Abundio-. ¡Con ese médico no voy!". "¿Por qué?" -le preguntó el pasante. Replicó el viejo: "Porque ya me dijo usted lo que va a hacerme allá atrás, y a mi edad no quiero arriesgarme a agarrar calores nuevos". Mutatis mutandis, cambiando todo lo que hay que cambiar, don Pablo Gómez, a sus años, está agarrando también nuevos calores. Claro, en el buen sentido de la palabra. La encomienda que recibió del Jefe Máximo, es un encargo del todo ajeno a los antecedentes y capacidad del designado. Él es un respetable dirigente de la izquierda, siempre congruente con sus ideas, incansable luchador social a quien este país debe muchas cosas buenas. Pero su sitio no es el que dejó vacante Nieto, ni su formación y carácter lo hacen idóneo para el puesto. Su nombramiento, debe ya saberlo, ha causado inquietud entre grupos importantes, entre ellos el empresarial, los cuales temen que sus acciones como titular de la Unidad de Inteligencia Financiera sean tan extremas como las que llevó a cabo como líder de movimientos sociales y políticos hace medio siglo. Esperemos que el buen sentido de don Pablo, sus años, su experiencia, y -sobre todo- el sentimiento de su propia dignidad eviten que se vuelva un mero instrumento dócil al servicio de una voluntad. A estas alturas de la vida vale más el buen nombre que la chamba y más, mucho más, la tranquilidad de conciencia que el sometimiento al poderoso. No se apagan aún los ecos del Clásico de Otoño, o sea la Serie Mundial de Beisbol. La he seguido cada año juego a juego, desde que cuando niño oía en el radio los partidos narrados por el legendario Buck Canel, en cuyas trasmisiones se oía más la estática -"estética", decía el culto tío Adolfo- que la voz del narrador. El caso es que me propongo presentar a ustedes al matrimonio Hit, que tenía apodo beisbolero. Él había perdido hasta el último resto de su vigor de másculo. Ni las miríficas aguas de Saltillo podían reanimarlo ya. Y ella era fea de solemnidad; una arpía, una gorgona, una anfisebena. ¿Por qué les llamaban "el matrimonio Hit"? Porque él era imparable, y ella incogible. FIN.