El mezcal es bueno para afrontar cualquier filosofía.
Por: Armando Fuentes (Catón)
Este amigo mío es tan mi amigo que podemos estar juntos sin hablar por una hora. Anoche nos bebimos media botella de un magnífico mezcal. Al menos así me lo pareció después de la tercera copa. De pronto él interrumpió el silencio y dijo: “Mientras el hombre exista existirá el fascismo”. Al punto me serví otra copa. El mezcal es bueno para afrontar cualquier filosofía. Mi amigo desglosó su declaración: “En cada fanático hay un fascista, y el mundo está lleno de fanáticos, sobre todo en la religión y la política”. Se sirvió él también otra copa, y luego me hizo una confesión. El mezcal es bueno para hacer confesiones. “Yo fui fascista una vez -me relató-. Después de haber hecho la secundaria en colegio confesional fui a cursar el bachillerato en una institución laica. A la mitad del semestre el maestro de Psicología cambió el texto que llevábamos por uno nuevo, de un autor que se anunciaba como profesor de la materia en la UNAM. En ese libro nos topamos con una frase que decía: “El cerebro segrega el pensamiento como el hígado la bilis”. A quienes veníamos de escuela religiosa aquello nos pareció algo burdamente materialista. El pensamiento era para nosotros un reflejo del espíritu de Dios. Hablamos con el profesor y le pedimos volver al texto anterior. Se negó. Entonces empecé una investigación inquisitorial. Envié una carta a la UNAM para pedir información sobre el autor del libro. La respuesta fue que nadie de ese nombre pertenecía al cuerpo docente de la Universidad. Me dirigí al jefe de una que se llamaba Liga Anticomunista Mexicana, o algo así. Tampoco ahí conocían al escritor, pero por la frase mencionada se veía a las claras que era comunista. Fuimos en seguida a hablar con el director de la escuela y le advertimos que si no hacía que el maestro dejara de usar en sus clases ese libro lo quemaríamos (al libro, no al maestro ni al director) frente al plantel, con invitación para la prensa y la radio. El director se espantó. Era designado por el gobernador, y cualquier escándalo que turbara la paz de su gobierno significaba el despido para el culpable de la acción. De inmediato le ordenó al profesor volver al texto antiguo. Ahora que lo pienso nuestro movimiento fue fascismo puro. ¡Quemar un libro! Así. cuando en la actualidad alguien es tildado de fascista no soy yo quien lanza la primera piedra. Soy, a lo más, el cuarto o quinto”. Así dijo mi amigo. Al respecto yo considero que fue un error supino el del senador panista que invitó a venir acá al jefe del partido español VOX, organización de ultraderecha con tintes claramente fascistoides como son la homofobia, el más rancio nacionalismo, la resistencia a la igualdad de géneros, la xenofobia y la negación del cambio climático. Pienso que alguien como Trump habría suscrito la Carta presentada a los senadores mexicanos por el presidente de esa organización peninsular, y que algunos despistados -o convencidos- panistas acogieron gustosamente. Lejos de mí la temeraria idea de pedir que se queme esa tal carta. Ni siquiera pienso que se debe quitar el cargo de coordinador senatorial al señor Julen Rementería, que fue quien invitó a Santiago Abascal, líder de VOX. Alguien podría calificar tales actos de fascistas. Procedería, sí, un severo extrañamiento al invitante por parte del PAN, si no por su ultraderecha si por su ultra imprudencia. (Nota: Nuestro estimado colaborador usó una palabra bastante más dura que “imprudencia” para calificar el acto del senador panista. Le pedimos que la cambiara por otra más suave, en atención a los hogares donde entra este periódico. Y en este caso eso no fue fascismo). FIN.