De política y cosas peores

Por: Redacción

Por encima de toda convención, y exponiéndome a las iras del feminismo radical, debo decir que la linda Daisy Mae tenía un espléndido tetamen y unas caderas como para figurar en el Libro de Récords de Guinness. Su padre, ranchero en un pueblo del Lejano Oeste, hipotecó su granja, y la iba a perder por su afición al póquer y al licor. El ricachón del pueblo, un malvado de apellido Evileye, le ofreció salvarlo de la ruina si Daisy Mae lo aceptaba como esposo. Desesperado, el hombre le pidió a su hija que se sacrificara, y la infeliz muchacha accedió a la súplica paterna. El matrimonio, pues, se llevó a cabo. La noche de las bodas Daisy Mae le dijo con dramático acento a Evileye: “Todo podrá usted tener de mí, menos mi corazón”. Respondió el cruel villano, displicente: “La verdad, linda, el corazón es lo que menos se me antoja”. La novia de Babalucas lo invitó a una función de ballet: “¿Qué pasan?” -preguntó el badulaque. Le informó la muchacha: “Las sílfides”. Opinó Babalucas: “Me parece de muy mal gusto que alguien escoja como tema para un ballet una enfermedad venérea”. El maestro del taller literario le indicó al novel escritor: “Cometes el error de matar al protagonista de tu obra en el primer acto. Shakespeare no lo hacía morir sino hasta el último”. “Bueno -respondió con acritud el aprendiz de dramaturgo-. Ese escritor tiene su técnica y yo la mía”. El joven marido llegó a su casa en compañía de una guapísima morena. Le dijo alegremente a su esposa: “¡Buenas noticias, cielo! Cerraron el gimnasio por el coronavirus, y como ya había pagado yo el semestre por adelantado me dieron en compensación a mi entrenadora”. Una reportera entrevistó a don Moneto, el hombre más rico de la comarca. Le preguntó: “¿A qué atribuye usted su fortuna?”. Contestó el dineroso señor: “Primero a mi vehemente anhelo de alcanzar la cumbre. Luego a mi firme decisión de ser águila y no gallina. Pero sobre todo a los 100 millones de dólares que me dejó en herencia mi papá”. Don Chinguetas le comentó a doña Macalota, su mujer: “Un amigo me contó que en una colonia de lujo se junta un grupo de parejas de casados y hacen lo que en inglés se llama swinging, o wife swapping. Después de cenar y beber con abundancia los maridos ponen las llaves de su coche en una caja. Las esposas van sacando por turno los llaveros, y cada una se va a pasar la noche con el dueño del vehículo cuyas llaves sacó”. Declaró doña Macalota, terminante: “No me gustaría pertenecer a ese grupo”. “¿Por qué? -preguntó don Chinguetas-. ¿Te parece que su conducta es inmoral?”. “No -replicó doña Macalota-. Antes bien la encuentro interesante. Pero tengo tan mala suerte que de seguro sacaría tu llavero”. FIN.