Cumple 85 años el PAN; ante un partido alicaído

En las vistosas crónicas de sociales se diría que esos años son en realidad otras tantas felices primaveras

Por: Gerardo Armenta

El Partido Acción Nacional tiene ya una respetable edad. Hoy por hoy suma ya 85 años de existencia. En las vistosas crónicas de sociales se diría que esos años son en realidad otras tantas felices primaveras. Quizá no lo sean tanto y menos en una coyuntura como la actual en la que, para ser francos, el blanquiazul se ve y se siente como un organismo político un tanto alicaído, venido a menos y sin brillo mayor.

No faltará quien sostenga que con todas esas características que hoy le distinguen, el PAN terminó hermanado históricamente con el PRI, presunción que en los hechos no debió resultar del total agrado de sus respectivos militantes. Recuérdese, por ejemplo, la reciente campaña presidencial en la que esos partidos hicieron un fallido trío electoral con el PRD, el cual, dicho sea de paso, ya inició por su cuenta el llamado viaje sin retorno, el cual ciertamente no tiene vuelta por más que alguien quisiera que no fuera así.

Pero tal es otro cantar. En el que estamos sobresale la evidencia de que el PAN y los panistas realmente no tendrán fiesta o celebración por el aniversario 85 del partido que están registrando. Es o debe ser así porque, en realidad, no tendría mayor sentido organizar una rumbosa o triste celebración, cuando, como bien suele subrayarse, “el horno no está para bollos”. Y aunque dicen que en política no hay nada escrito, parecería que ese “no estar del horno para bollos” permanecerá así todavía por largo tiempo en perjuicio blanquiazul.

La crisis del PAN es realmente la crisis del sistema de partidos políticos existente en el país, con excepción de uno, Morena, cuyos bonos estarán en alza por lo menos otros seis años. Luego, entonces, no pinta bien el horizonte para el interés político de partidos como el PAN y su llamativo aniversario existencial, al igual que para el PRI, en problemas hoy mismo por la legalidad con la que su dirigencia llegó a serlo.

Por lo demás, y como si las cosas propias no estuvieran como están en cuanto a la adversidad que traslucen, el panismo acaba de experimentar un golpe que debió ser prácticamente “un gancho al hígado”, dicho sea en lenguaje pugilístico. Y es que a nadie se le ocurrió suponer o dar por cierto que en el seno mismo de ese partido existía un “Judas” agazapado que surgió a la hora decisiva de la aprobación legislativa de la reforma al Poder Judicial. Hoy se sabe que el senador Miguel Ángel Yunes Márquez (nombre del aludido) sumaba hasta ese momento 20 años de militancia blanquiazul. ¿Casi una vida? Ni más ni menos.

Cabe reconocer que en muchas de sus acciones o decisiones, el PAN había dejado de ser lo que llegó a ser históricamente. Por ejemplo, poco se sabía que el suplente o compañero de fórmula del senador Yunes es, precisamente, su padre, Miguel Ángel Yunes Linares. Como era propio que sucediera, todo esto le está siendo reclamado hoy al dirigente nacional panista, Marko Cortés, quien, de acuerdo con propios y extraños, ha sido un jefe nocivo para el partido. En efecto, Cortés está en una especie de huracán blanquiazul desde la reciente campaña presidencial, en la que de hecho no mostró nada bueno para su partido. Pero los panistas están esperanzados, ya que en dos meses habrá cambio en el mando nacional. Un cambio que, sin duda, urge y exige la militancia panista que sin duda quiere salir del hoyanco político e ideológico en que cayó su partido bajo la jefatura de Cortés. Pero, curiosamente, ha surgido una propuesta interesante y, sobre todo, drástica: posponer la elección de la dirigencia nacional e inducir la renuncia inmediata del actual dirigente nacional.

Con eso, en realidad pudiera acaso quedar dicho todo en el afán de explorar o entender la situación que impera actualmente en el PAN. Se trata en verdad de un estado de cosas crítico que alguien como su actual dirigente no podrá encauzar ciertamente en los dos meses que le quedan al mando. Tal evidencia es la que seguramente explica la urgencia o celeridad para que Marko Cortés deje de ser el jerarca panista. Un mandamás que ciertamente nunca se vio como tal, porque seguramente no pudo o no quiso serlo.

Debió ser lo primero. Aunque pronto quizá esta circunstancia dejará de ser importante cuando se produzca el cambio de mando en el PAN. Un cambio que le urge para evitar, hasta donde sea posible, que ese partido siga cayendo por la pendiente en que se encuentra desde hace ya tiempo precisamente por la carencia de buenos liderazgos, como los que llegó a tener en tiempos precisamente no muy lejanos. Esta es la paradoja. El panismo llegó a ser una poderosa e influyente fuerza opositora. Hoy le separanaños luz de esacondición.

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