Es tanta la negligencia en C4, que inventa pretextos para no acudir al llamado de la ciudadanía, por temor o por complicidad
Por: Francisco González Bolón
Cuando el operador del C4 en Ciudad Obregón recibió la llamada de que un comando había baleado e incendiado una vivienda en Pitahaya o Belem, dijo que nadie de esa comunidad le había llamado para confirmar los hechos. Es tanta la negligencia de ese personal que inventa miles de pretextos para no acudir al llamado de la población, ya sea por temor o por complicidad, pero lo que menos les interesa a las corporaciones es el cuidado de la vida y patrimonio de la sociedad y por lo cual reciben un salario. En el caso de Belem, los vecinos angustiados señalaban que nadie les hacía caso en las corporaciones, pero los malvivientes seguían en el pueblo, a tal grado de que algunos moradores prefirieron “perderse” en la oscuridad hasta bien entrada la madrugada y salieron ya que estuvieron seguros de que el peligro había pasado. La vivienda fue quemada pero no con un cerillo, según los testimonios, sino con la gran cantidad de balas enviadas por los sicarios, que además se dieron el lujo de amenazar a la familia en el sentido de que si hablaban con la Policía, volverían. Por supuesto, como a las tres de la mañana que elementos de la Guardia Nacional acudieron, los afectados prefirieron callar, no interponer una denuncia y ese es otro pretexto para las autoridades policiacas: “No tenemos denuncia”. Los yaquis señalan que, en la mayoría de los ocho pueblos, los malvivientes hacen y deshacen a su antojo, pero es en Pitahaya y Las Guásimas donde actúan con mayor impunidad, protegidos quizá por algunos policías y, sobre todo, por la oscuridad de la noche, que es cuando salen a amedrentar a la población. En la cárcel están unos yaquis por haber cometido el delito de tomar la carretera para cobrar una cuota a los viajeros, y por ello deben pagar, es cierto, pero libres andan decenas de delincuentes peligrosos que tienen controlado el paso de las drogas por las comunidades yaquis. Y contra ellos, seguramente, nadie está actuando. Ahí sí, las autoridades policiacas se declaran “respetuosas” de la autonomía de los pueblos yaquis, lo cual es solamente un pretexto para no hacer valer el Estado de Derecho. Lo mismo está pasando en los pueblos de la sierra. Los malosos se apoderaron de las comunidades pero los servidores públicos hacen como que la virgen les habla, es decir se comportan muy valientes contra el ciudadano común, pero ante los poderosos de los carteles hacen reverencias. Cualquiera podría apostar, seguro de ganar, que todavía no hay algún detenido por el crimen de un novio de Caborca hace dos semanas y que, en el colmo, ni siquiera se está investigando el caso. Eso sí, los gobernantes de piel delgada ponen el grito en el cielo cuando las encuestas sobre la percepción de la gente en cuanto a la inseguridad, muestra tendencias a la alza. Y en vez de tratar de corregir sus fallas, condenan al periodista que retoma esas estadísticas. Mientras la simbiosis entre delincuencia y Gobierno persista, no habrá poder humano que ponga fin a la violencia. Mientras los maletines llenos de dólares sigan llegando, la sociedad permanecerá indefensa y con funcionarios como los operadores del C4 que casi piden el acta de defunción para asegurarse de que efectivamente sí había matones en el lugar desde el cual les pidieron auxilio. El panorama de inseguridad está de mal en peor, pero la sociedad también aporta su apatía para encontrar soluciones y en ese jueguito perverso la simulación y la impunidad se convierten en las reinas de la noche. Por los siglos de los siglos. Comentarios: franciscogonzalez.bolon@gmail.com