La importancia que se le concede no es por su escasa población, sino porque se asienta sobre una región con gran concentración de litio
Por: Alberto Vizcarra Ozuna
Ubicado en el noreste del estado de Sonora, en la zona alta de la sierra madre occidental, a casi 300 kilómetros al este de Hermosillo, se encuentra la comunidad de Bacadéhuachi, un Municipio con menos de mil habitantes. Un pueblo, como otros de la sierra sonorense, que han perdido población porque sus habitantes los abandonan en busca de oportunidades en las ciudades de la costa o emigran a los Estados Unidos. Este sábado 18 de febrero el lugar cobró la atención de una parte importante del Gabinete Presidencial, del presidente Andrés Manuel López Obrador y del gobernador del Estado, Alfonso Durazo Montaño.
La importancia que ahora se le concede a Bacadéhuachi, no es por su escasa población, sino porque se asienta sobre una región que presume una de las concentraciones de litio más importantes del país y una de las más cercanas al mercado de consumo de Norteamérica. El mineral de litio ha cobrado relevancia por los cambios tecnológicos asociados a los avances en los frentes de la microelectrónica, especialmente como materia prima requerida para la fabricación de baterías con gran capacidad de almacenamiento de energía suministrada a todo tipo de equipos digitales y a los automóviles eléctricos.
Debería de quedar claro que poseer recursos naturales, como el litio u otros, no es un sinónimo de riqueza. La larga historia del colonialismo ofrece un testimonio apabullante: naciones con vastos recursos naturales sumidas en la pobreza y el hambre. El origen de la riqueza y lo que le atribuye la condición de recursos estratégicos a los bienes primarios son los procesos tecnológicos e industriales. Eso es lo que termina por definir la condición del recurso y su valor. La explicación es básica, pero necesaria, porque la euforia exhibida por el presidente López Obrador, el gobernador del Estado y la Secretaría de Economía, el sábado 18 de febrero en Bcadéhuachi, no tuvo la más mínima consideración al respecto. De nuevo quedamos en la condición de una mesa de materias primas (como lo hemos hecho desde la firmas del TLCAN-TMEC) para el mercado de consumo de los Estados Unidos, fuera del proceso industrializador y a la espera de recoger los sobrantes que esa condición permita.
En los discursos de Bacadéhuachi, se encargaron de explicar la coyuntura del litio como una nueva oportunidad para seguir haciendo lo mismo, con esquemas comerciales que caminan a contrapelo de la industrialización del país y que durante los últimos treinta años lo han maquilizado. Quizá el saldo más deplorable del modelo económico neoliberal.
Al presidente le correspondió confesar que habían ocurrido algunos ajustes, derivados de la pandemia, de la guerra entre Rusia y Ucrania y del conflicto comercial de Norteamérica con Asia, por los cuales el gobierno de los Estados Unidos terminó por comprometer a México como proveeduría del mineral estratégico indispensable en la fabricación de baterías para los carros eléctricos, que presumiblemente pasarían a ser ensamblados en nuestro país.
Los discursos eufóricos en torno al litio, como los que también se elaboran en torno a los parques solares, presumiéndolos como la plataforma para un relanzamiento económico de Sonora y de México, en su inserción a la llamada transición tecnológica de la economía norteamericana, están más cerca de una utopía que de la realidad. Lo primero que habría que poner en duda es si la llamada transición tecnológica de Norteamérica, representa un salto hacia adelante, cuando están empujando un regreso a fuentes de abastecimiento energético cuyos flujos de densidad y condición intermitente (solar y eólica) no permiten sostener procesos industriales duros, ni la construcción de infraestructura económica con gran impacto multiplicador.
La utopía brilla con más intensidad, cuando se admite sin reparo que caminamos a pasos acelerados en dirección a la utilización de los carros eléctricos. Y que para el 2035, el cien por ciento de los automóviles nuevos en los Estados Unidos, serán movidos por baterías. Se olvida que dichas baterías reclaman ser recargadas, en la mayoría de los casos, de fuentes de energía que dependen principalmente de combustibles fósiles. El ejemplo, al respecto, puesto por el director de una de las empresas de mayor producción de vehículos de origen Japonés, fue demoledor. Explicó que si el cien por ciento del parque vehicular de Japón operara con baterías, al momento de recargarlas se ocuparía la totalidad de la energía eléctrica que produce Japón para toda su actividad económica. Reducción al absurdo de elocuencia contundencia.
Estamos frente a un nuevo artificio. La venta de novedades para asegurar la perpetuación de una política económica que tiene a la mayor parte del mundo occidental en crisis y cargando con una amenaza de guerra nuclear sobre sus espaldas. Un sistema financiero internacional en bancarrota, con eje en un dólar soportado en la economía más endeudada del mundo, los Estados Unidos, cuya deuda supera en cerca del doble a su producto interno bruto. El fraude consiste en atraer flujos de inversión a un nuevo frente de especulación con la fachada cimentada en la promesa de que las llamadas “energías limpias” representan el potencial del futuro crecimiento económico en occidente, como antes lo hicieron con el mercado inmobiliario y otros. El vicio de vender bonos lácteos de una vaca muerta.
Las serpentinas y confetis lanzados el sábado 18 de febrero, en Bacadéhuachi, no prometen el inicio de un proceso de industrialización de Sonora y del país; podrían ser el festejo y la oportunidad del negocio para una elite de especuladores y una clase política que en la intermediación de tales acuerdos, sacan jugosos beneficios. El rostro típico del subdesarrollo colonial: Economías estancadas, pobreza extendida, violencia incesante y creciente de las pandillas del crimen organizado y una minoría vergonzosamente enriquecida.