El verano actual ha sido hasta ahora más o menos pródigo en lo que toca al registro de precipitaciones pluviales...
Por: Gerardo Armenta
Un tiempo de lluvias como el de hoy suele causar explicable algarabía por los razonables beneficios que a menudo deja traslucir. El verano actual ha sido hasta ahora más o menos pródigo en lo que toca al registro de precipitaciones pluviales. Esta circunstancia cobra todavía mayor valor en la medida en que, de alguna manera, sirve para ahuyentar los efectos de las altas temperaturas reinantes a lo largo de esta época del año.
Sin embargo, en una parte del oriente de Navojoa no todo es dicha y felicidad ante un esquema lluvioso como el descrito. Allí, atravesando populosas colonias del oriente de la ciudad como la Sonora y la SOP, corre el mítico Arroyo Sonora hasta desembocar en el Canal de las Pilas. Pero esta es una forma de aludir tranquilamente a una situación existencial en una parte de la ciudad que parecería extraída de una postal a todo color.
En la realidad, empero, sucede todo lo contrario. Efectivamente, en los hechos, y al paso de los años, el Arroyo Sonora se ha convertido en un serio problema existencial para la población que vive en sus cercanías por la forma en que suele incrementar su caudal en tiempo de aguas. La solución fue discernida en su oportunidad: aplicar un proyecto de drenaje pluvial y embovedado del arroyo. La gravedad de la situación ameritaba poner manos a la obra en ese sentido.
Por lo menos son alrededor 1,500 familias las que viven en esa parte de Navojoa, sometidas a un riesgo más o menos permanente en el sentido de que el día menos pensado, en una temporada de lluvias, o en una sola e intensa precipitación pluvial, el arroyo se desborde y produzca en su inmediatez una nunca deseable inundación urbana. Nunca ha ocurrido esta eventualidad, pero de todas maneras los riesgos que representa no dejan de ser latentes. Prueba de ello es que en una lluvia reciente dos personas estuvieron en riesgo de morir al pretender cruzar el arroyo que evidentemente había incrementado su caudal.
Por fortuna los hechos no llegaron a mayores consecuencias. Pero, como queda de manifiesto, se trata de un peligroso estado de cosas existente en una poblada zona urbana navojoense, la que obviamente no merece estar a expensas de una zozobra de vida tan perturbadora y peligrosa como la que genera el Arroyo Sonora, tanto hoy como ayer, sin que haya podido aplicarse la solución definitiva que termine con este problema, de suyo grave en extremo. Porque no puede negarse que se trata de una irregularidad urbana o citadina en el contexto navojoense, que, de una u otra manera, o más temprano que tarde, tendrá que abordarse oficialmente con el ánimo de ejercer la solución que corresponda, la que tampoco debe ser algo así como fruto de una tecnología selenita o marciana, si la hubiera a disposición de la mano terrícola.
En realidad, la que se comenta es una anomalía o falla urbana que debió quedar resuelta desde hace años atrás. La historia al respecto no es muy edificante. Desde hace por lo menos 12 años se asumió la hechura de un proyecto de conducción, drenaje y desagüe del arroyo. La obra sólo alcanzó a construirse en un 50 por ciento del proyecto. La razón no es para enorgullecer a nadie. En aquel entonces se autorizó un presupuesto de 26 millones de pesos para sufragar los trabajos respectivos. Era un dinero con destino bien definido. Pero a la hora de la hora sólo se aplicaron 13 millones de ese total. Los restantes millones de pesos nunca aparecieron por ningún lado. Por eso, y como tenía que ser, los trabajos de que se habla tuvieron que ser interrumpidos. Y desde entonces quedaron así.
Sin embargo, al parecer podrían ser reactivados. Se reconoce que el propio del Arroyo Sonora es uno de los proyectos pendientes en la ciudad. Así lo definió el diputado local Próspero Valenzuela Muñer. Debe reconocerse, con franqueza objetiva, que el legislador por el Distrito 19 nunca, a lo largo de los años, ha quitado el dedo del renglón con el pertinente afán de superar los riesgos que ha representado y representa para la población un esquema como el descrito.
Debe ser hora, en efecto, de finiquitar, de una buena vez por todas, un problema urbano que afecta a una porción importante de la ciudadanía navojoense. Procede hacerlo para de ese modo salir al paso de algún embate lluvioso que vaya más allá de proporciones atendibles y que ponga frente a riesgos que pueden ser evitados. Tal es la importancia de retomar y finiquitar (ahora sí) los trabajos que hacen falta en el Arroyo Sonora.
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