La universidad y el compromiso con la cultura (parte final)
Por: Jesús Carvajal Moncada
Después de Sansón y Dalila, el grupo Paradigma continuó sus proyectos con Vaselina, Jesucristo Superestrella, Cats, Los Miserables y Notre Dame de París, en estos últimos dos participando Carlos Corral como coreógrafo. Se tuvo, por otra parte, las aportaciones de maestros como Adrián Rojas en teatro y Ricardo Rodríguez, fallecido este año, en música, con el grupo Ars Nova. Posteriormente surgiría el grupo Azos, de danza jazz, dirigido por Cristina Inclán. Había una dinámica caracterizada por las inquietudes artísticas y el desarrollo de la creatividad. La maestra Domy Flores finalizó sus labores en el Itson en el año 2006 para hacerse cargo de la Dirección de Cultura de Cajeme. Por esto, en ausencia del teatro musical, surgió el proyecto de danza contemporánea Romeo y Julieta, bajo la dirección de Carlos Corral.
Cuando se presenta un ambiente artístico como este, es lógico que los creadores deseen ir más allá de lo que han hecho. Si algunos docentes ya no laboran en la universidad, es de esperarse que se sustituya con alguien que aporte trabajos de calidad y se aproveche el impulso logrado hasta el momento. Pero esto no fue así. Desde el año 2009 o 2010, aproximadamente, los considerados grandes proyectos, como lo fueron los musicales, desaparecieron del Departamento de Difusión Cultural.
Una universidad como el Instituto Tecnológico de Sonora lleva acumulada una experiencia valiosa en cuestiones culturales y, además, posee personal con capacidad de investigar, de hacer estudios de impacto cultural, de generar estrategias de creación de público. Y si de momento no se contase con el personal idóneo para estas labores, a la escuela le es posible gestionar la presencia de especialistas externos para capacitar a su personal. Las posibilidades y los recursos son mayores ahora que en la década de los ochenta del siglo pasado. No obstante, el Itson, al parecer, no los ha aprovechado; su interés se centra en presentar actividades artísticas como parte de un departamento que se dedica a esto únicamente, sin generar un proyecto de arte y cultura a mediano plazo, por lo menos, que logre una evolución notable en estas áreas, no sólo al interior de la universidad, sino con beneficios para la sociedad en general.
Para ir más lejos de lo logrado por el grupo Paradigma, por ejemplo, se requería de mayores compromisos, gestionar más recursos, trabajar en producciones más modernas y profesionales y, por supuesto, otorgar todas las facilidades posibles a los directores de proyectos para la adecuada preparación de los artistas. La Institución, sin embargo, no asumió este compromiso y ha cumplido su función de extensión de la cultura, pero sin propiciar un avance de la misma en Cajeme.
Por otra parte, la escuela cuenta con una Licenciatura en Gestión de las Artes, que ha tenido ya un cambio de nombre, según tengo entendido, que se ha logrado mantener durante 20 años, pero que está desvinculada del Departamento de Extensión de la Cultura. Podría haber una coordinación entre ambas para el logro de sus objetivos. Maestros y alumnos de la carrera y del departamento de extensión, en su mayoría, no son asistentes asiduos a eventos de artes en la ciudad y mucho menos llevan a cabo estudios al respecto.
Por supuesto, la Rectoría de la escuela debe estar consciente de los beneficios de apoyar la cultura artística, para atraer alumnos, generar recursos económicos y mantener en alto la imagen de la universidad. Debe colocar a las personas idóneas en los respectivos departamentos, estar en contacto con sus maestros y maestras y con especialistas externos para determinar lo mejor que pueden hacer de acuerdo con sus posibilidades. El Itson, como la Institución de educación superior que ha llegado a constituirse en 70 años de existencia, tiene un compromiso que asumir, no sólo con la extensión de la cultura, sino con su desarrollo.