Las autoridades han prometido continuar con la ofensiva contra el Comando Vermelho
Por: Brayam Chávez
Río de Janeiro vivió este martes una jornada marcada por el caos, los tiroteos y el miedo. Una megaoperación policial contra el crimen organizado dejó al menos 64 personas muertas entre ellas cuatro agentes y 81 detenidas, convirtiéndose en la acción más sangrienta en la historia de la ciudad.
El despliegue, que involucró a 2.500 policías, tuvo como objetivo frenar la expansión del Comando Vermelho (CV), una de las facciones criminales más poderosas de Brasil. La operación se centró en dos grandes favelas, donde los enfrentamientos con los miembros del grupo criminal desataron una ola de violencia que paralizó gran parte de la ciudad.
"RÍO ESTÁ SOLA EN ESTA GUERRA"
El gobernador del Estado, Claudio Castro, expresó su frustración ante la falta de apoyo del Gobierno federal y pidió ayuda a las Fuerzas Armadas. "Río está sola en esta guerra", declaró, señalando que el narcotráfico internacional alimenta el conflicto y que la policía enfrenta una situación que "ya no tiene que ver con la seguridad urbana".
A pesar de las críticas, el secretario de Seguridad Pública, Victor Santos, aseguró que la operación fue planificada con apoyo del Gobierno federal. "Era una acción necesaria, basada en inteligencia, y va a continuar", afirmó.
UN OPERATIVO SIN PRECEDENTES
La magnitud del despliegue fue abrumadora: además de los miles de agentes, se utilizaron helicópteros, drones, vehículos blindados y maquinaria de demolición. Sin embargo, el Comando Vermelho respondió con fuerza. Los criminales atacaron a los policías con armas de alto calibre e incluso lanzaron granadas desde drones, mientras bloqueaban avenidas con barricadas y vehículos incendiados.
El principal objetivo de la operación es Edgar Alves de Andrade, alias "Doca", líder del CV en el Complexo da Penha, uno de los barrios más violentos de la ciudad. Las autoridades emitieron más de cien órdenes de arresto contra él y sus principales lugartenientes.
Desde las primeras horas del día, los tiroteos obligaron a suspender clases en 45 escuelas y a desviar 12 rutas de autobuses. Por la tarde, el tráfico estaba bloqueado en al menos 15 puntos estratégicos de la ciudad, incluyendo la avenida Brasil, una de las más transitadas.
"Es un escenario de guerra", relató Suellen Gomes, profesora del Complexo do Alemão. "Los tiros comenzaron al amanecer y nadie salió de casa. Cuando hay operaciones así, las escuelas no abren".
LA SOMBRA DEL CRIMEN ORGANIZADO
El Comando Vermelho, fundado en 1979 dentro de una prisión de Río, se ha extendido a varios estados de Brasil y solo es superado por el Primer Comando de la Capital (PCC) de São Paulo. Su negocio incluye el tráfico de drogas, armas y transporte ilegal, entre otras actividades.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Cambridge, uno de cada cuatro brasileños unos 50 millones de personas vive en barrios controlados por el crimen organizado. En estas zonas, los grupos armados imponen su ley, extorsionan a los vecinos y enfrentan a las autoridades en una guerra sin fin.
La ola de violencia en Río ocurre justo antes de que Brasil reciba la cumbre mundial del cambio climático (COP30), que se celebrará en Belém la próxima semana. Mientras el país se prepara para recibir líderes internacionales, la situación en Río evidencia los profundos desafíos de seguridad que enfrenta Brasil.
UN CONFLICTO SIN FINAL CLARO
La policía brasileña es una de las más letales del mundo: alrededor del 10% de las muertes violentas del país son causadas por agentes. Aunque la incorporación de cámaras corporales ha reducido parcialmente los abusos, la violencia estructural persiste.
La operación de este martes supera incluso la tragedia de Jacarezinho en 2021, donde murieron 27 personas. Hoy, Río vuelve a ser el epicentro de una guerra urbana donde miles de inocentes siguen atrapados entre las balas.
¿QUÉ PODEMOS ESPERAR AHORA?
Las autoridades han prometido continuar con la ofensiva contra el Comando Vermelho, pero los especialistas advierten que sin una política integral que aborde la desigualdad, el narcotráfico y la corrupción policial, estas operaciones solo serán un parche temporal.
La ciudad carioca, símbolo del turismo y la alegría brasileña, vuelve a mostrar su otro rostro: el de una metrópoli atrapada entre el poder del crimen y la impotencia del Estado.