El especialista lloró ante la mujer, y lamentó que le hubieran fallado, pues no detectaron a tiempo la enfermedad, cuando mostró todos los síntomas
Por: Edel Osuna
La sombra del cáncer en fase terminal se cernió sobre una mujer de Inglaterra que supo que tenía la grave enfermedad cuando le practicaron una cesárea; los médicos trataron su caso como si se tratara de ansiedad o hipocondría.
La víctima de esta negligencia es Lois Walker, de 37 años de edad, quien se enteró de su mal durante el nacimiento de su pequeño Ray, en 2021.
De acuerdo con la madre de tres hijos, llamó a su médico de cabecera durante la pandemia, porque durante 12 meses había experimentado fuertes dolores de estómago.
Sin embargo, éste no le daba un diagnóstico real, por lo que acudió personalmente, sólo para que la trataran con fármacos para el dolor y la ansiedad; además, le dijeron que no consumiera nada derivado de la leche.
"Ha sido diabólico. Se dicen profesionales de la salud y que deben brindarnos atención, pero eso es negligencia. Siento que podría haberse detectado antes, para no tener este diagnóstico tardío, y dejaré tres hijos", refirió Lois.
La mujer explicó que la primera vez que se sintió mal fue en junio de 2020, cuando empezó a sentir el diafragma hinchado y a tener cambios de hábitos a la hora del baño.
A raíz de ello llamó a los doctores del Dove Valley Practice, en Worsbrough, y acudía con regularidad al Hospital Barnsley, pero allí la trataron por supuesto intestino irritable.
Como los síntomas no mermaban, acudió de nuevo al servicio médico, pero esa ocasión la trataron para la hipocondría (estar obsesionado con padecer una enfermedad grave).
Insistió en ir con los especialistas, pero al ser los mismos síntomas, le dieron antiácidos, le trataron la supuesta ansiedad, y le recetaron citalopram, para tratarle el cáncer de piel.
"¿No crees que podría tener cáncer?' Y él dijo: 'Oh no, es solo que te estás haciendo viejo y los cuerpos no funcionan tan bien", señaló.
En diciembre de 2020, Lois descubrió que estaba embarazada, y tras conocer el sexo del bebé, empezó a empeorar, pues el dolor se volvió insoportable, al grado de no poder comer o caminar.
Lo contó al doctor, pero este le dijo que pensaba lo mismo que hacía 12 meses: ansiedad e hipocondría.
Tan grande fue su desesperación, que Lois le dijo a los médicos que si no tenían un diagnóstico certero se suicidaría, por lo que finalmente la ingresaron, y trataron hasta con siquiatría, por la expresión de quitarse la vida.
Al término del embarazo, la fémina fue sometida a una cesárea, pero cuando el médico abrió su vientre le preguntó si había sido operada antes, a lo que ella dijo que no; entonces, las palabras del médico resonaron en su cabeza: era posible cáncer.
Y es que el médico encontró una masa detrás de su matriz, por lo que llamó a otros doctores: le dijeron que su vientre estaba tan mal, que necesitaban enviar algunas biopsias y que tendría que esperar.
Finalmente, "el médico me agarró la mano y lloró y dijo que me había defraudado"; pese a las quimioterapias el cáncer se había propagado y era terminal.
"Mi hígado se había fusionado con mi diafragma, por lo que tuvo que ser recortado. Mi vejiga se había fusionado con la parte posterior de mi útero, por lo que tuvo que ser recortado, y todos mis ovarios se habían fusionado. Luego tuve la devastadora noticia de que también está en mis intestinos, mi estómago y mi hígado. Obviamente, eso nunca es bueno, son mis principales órganos que necesito".