Noquea al cáncer

Entrenador de box superó la terrible enfermedad tras 6 años de lucha

Por: Oviel Sosa

José Francisco Cervantes Cortés representa un auténtico guerrero de la vida, alguien acostumbrado a subirse a un ring y combatir, escenario que siempre le gustó y le llamó la atención por la adrenalina que implica una riña. En un principio su cuadrilátero fue la calle, pero ese coraje lo trasladó a un ring.

De infante siempre buscó deportes de contacto, porque ello representaba una válvula de escape para expulsar su rabia interna que cargaba asociada al problema con la bebida de su padre.

Pasó por el karate, lucha grecorromana, pero fue en el boxeo donde encontró la plataforma para dedicarse de lleno al pugilismo. A la edad de 17 años, tras sostener una pelea en la calle, Leonardo Fuentes, entrenador de box, observó el pleito y vio en Cervantes un joven con cualidades, por lo que lo llevó con el formador de boxeadores “Chino” Barrón, el cual representó para él una pieza clave para que viera en el boxeo un estilo de vida. Fue bajo la tutela del laureado “Chino” Barrón que comenzó a entrenar en forma en el boxeo y tuvo sus primeras peles arriba del cuadrilátero.

Para Cervantes un día muy emotivo fue cuando estuvo en la esquina de Irán Irak “Magnífico” Díaz, el pasado 15 de noviembre de 2019 en el combate que sostuvo ante Julián Yedras en el palenque de la Expo de Ciudad Obregón. Ese día relató que, al vendar a Irán, “Chino” Barrón lo observaba, quien estaba en la otra esquina y al finalizar su labor tomó la mano de Irán y lo llevó con el “Chino” para que evaluara el vendaje que había hecho, a lo que “Chino” Barrón respondió: “no cabe duda que el alumno supera al maestro”. La aprobación de quien fue su mentor provocó que a Francisco le salieran las lágrimas, sin saber que esa sería la última vez que compartiera lona con el “Chino”, porque su tutor falleció meses después.

Alrededor de 22 años Francisco se ha dedicado a ser preparador físico y lleva más de 10 años fungiendo como entrenador de boxeo. Una década en la cual ha pasado el aprendizaje que ha adquirido de grandes personajes del boxeo y lo ha hecho en su propio gimnasio con su marca, una basada en la disciplina, constancia y perseverancia.

Como entrenador Cervantes aplica la garra que le enseñó “Chino” Barrón, el conocimiento de cómo trabajar la esquina de Mario Servín, la técnica que le aprendió a Juan de Dios Castañeda padre y la disciplina que le imprime Alfredo Caballero.

Como peleador y entrenador había tenido pruebas duras con rivales complicados, pero nunca había enfrentado un adversario que lo desarmó y lo puso sobre la lona. Ese contrincante fue el cáncer que padeció en los riñones, el cual se le diagnosticó en el año 2013, sin duda un oponente feroz, al cual no sabía cómo descifrar su guardia. Tal situación le otorgó llanto y mucho dolor.

El tratamiento era devastador para Francisco y fue en ese momento cuando su padre, madre e hijas representaron su motor para poder asumir con esperanza una contienda que lo puso a prueba y lo hizo sacar su lado humano para afrontar su realidad.

Basado en una frase que dice: “la vida es como el boxeo, no pierde el que se cae, sino aquel que no se levanta”, Francisco enfrentó el cáncer con valentía, como se asume una contienda de box, aguantando los embates del rival, golpeando al oponente hasta mermarlo, buscando la oportunidad para finiquitar las acciones y así fue como Francisco, basado en lo que ama y lo apasiona, su familia, el deporte y su gran disciplina, conectó un golpe certero al cáncer y después de 6 años de lidiar con la enfermedad en 2019 salió con el brazo en alto.

Ahora, tras librar esa dura batalla, el entrenar a niños, jóvenes y boxeadores profesionales es el aliciente que lo motiva a asumir su día a día con entusiasmo, el cual inicia a las 4:30 de la mañana.

De esta manera, Francisco Cervantes, quien cuenta con 38 años de edad, se reinventó dejando atrás odio y rencor para convertirse en un hombre positivo y productivo.

Hoy en día con su nueva pareja con la que tiene una niña, asume su día con júbilo y le sonríe a la vida por la oportunidad que le dio de levantarse, esa opción que él fabricó al no rendirse, y apoyado por el lado espiritual, tratamientos naturales y disciplina en el ejercicio, salió adelante.