Su misión nos sólo es formar campeones en el tatami, sino que sus alumnos lleven a su día a día la disciplina y el respeto que infunde este deporte
Por: Oviel Sosa
El karate es más que una disciplina deportiva, porque inculca valores que forma seres humanos honorables. Y eso lo sabe perfectamente José Eduardo Medina Bojórquez, alguien que defiende y promueve la filosofía de dicho arte marcial milenario.
“El karate, para mí, es un camino de crecimiento, un camino de vida, es algo más que golpes y patadas, pues está lleno de valores”, expresó el también maestro de karate do.
José Eduardo se adentró en esta disciplina en 1992, cuando tenía 3 años de edad, sin saber que con el tiempo se convertiría en un estilo de vida.
Su inicio fue bajo la tutela de Ricardo Campillo Hernández, un referente del karate en Cajeme. Los primeros seis años defendió el estilo tailandés y después se mudó al karate do.
En 1995 participó en su primer torneo, en el que consiguió el segundo lugar, dando así inicio a lo que sería una carrera notable, porque con el paso del tiempo se forjó un carácter de acero, que adquirió enfundado en la disciplina, constancia, perseverancia y serenidad con la que afrontaba los certámenes.
Su crecimiento fue exponencial, pues a la edad de 10 años ya se había convertido en cinturón negro y era una figura que imponía respeto en los torneos que se paraba.
“Era muy sereno, muy disciplinado, muy puntual. Creo que esas virtudes me dieron un pasito adelante a la hora de la competencia”, compartió.
El nombre de José Eduardo Medina Bojórquez generaba eco, porque justa en la que se paraba imponía condiciones, gracias a su mentalidad, inteligencia y velocidad.
Su retiro llegó de manera prematura, pues ningún rival lo podía vencer en el tatami, pero la hepatitis lo golpeó, al grado que cuando tenía 15 años se tuvo que alejar de los certámenes para enfocarse en su salud y ocupaciones escolares.
Es así como después de 149 torneos, 208 trofeos, 266 medallas de oro, 3 campeonatos mundiales, 2 panamericanos y 14 eventos nacionales, José Eduardo dijo adiós a las competencias, pero el karate siempre estuvo ahí, ya no como participante, pero su sabiduría nunca lo abandonó.
En 2015, cuando tenía 22 años, obtuvo la mejor presea que la vida le pudo dar: se convirtió en padre, y ese sentimiento hizo que entrara en equilibrio; a raíz de ello, decidió seguir proyectando el deporte que le dio tanto ahora desde la perspectiva de sensei.
Ahora, José Eduardo dirige su propia escuela de karate, una responsabilidad que asume con seriedad, porque entiende a la perfección las bases que rigen a dicha arte marcial que va más allá de un deporte de contacto.
“Mi meta es que mis alumnos sean cinturones negros, no sólo en el tatami, sino en la vida; que se conduzcan con respeto y disciplina” comentó.
De esta manera, José Eduardo Medina Bojórquez tiene la misión de formar campeones de la vida, que vean en el karate una fuente de valores que pueden aplicar en su día a día, y de esa forma construir seres humanos apegados a la justicia, honor y respeto, eso sería para él la medalla más luminosa que le daría un brillo especial a su vitrina plagada de logros.