Por: Eduardo Sánchez
Para Amaury Da Silva los aplausos lo nutren, le inyectan ánimo y lo catapultan a seguir labrando el camino que cimentaron sus antecesores, el cual sigue edificando porque defiende con orgullo y pasión la vida que encierra un circo.
En la actualidad tiene 24 años de edad, el cual compartió que en principio al venir de familia trapecista lo encaminaron para que conservara el gusto por dicha disciplina, pero al sentir temor por las alturas se inclinó por los malabares, algo que efectúa con gran dinamismo porque posee un singular estilo que contagia al público por el carisma y ritmo que le imprime en cada presentación que ejecuta, al entender a la perfección que el público es el motor que empuja a los personajes que viven del circo.
“El público es lo más importante porque sin ellos no existiría el circo, los espectadores son quienes me motivan salir y entregarme al 100 por ciento para que salgan con un buen sabor de boca”, expresó.
Amaury relató, que detrás del misticismo que construye un circo, existen sacrificios que se deben asumir, los cuales son parte del estilo de vida que los define.
“A veces no puedo estar con mi esposa e hija, ya que me ha tocado viajar sin ellos, por lo que me he perdido fechas importantes a su lado como la navidad porque todo el año trabajamos, eso es lo difícil y todo lo físico que implica, montar y desmontar el circo para seguir con la gira”, indicó.
El malabarista aparte de protagonizar su número, participa en todo lo que tiene que ver con colocar y quitar la carpa, ya que en el circo que trabaja es de su papá, por ello más allá de la preparación que implica su presentación, debe levantarse temprano, acomodar todo y cuando terminan una gira en una determinada localidad colabora en desmontar para dirigiré a otro lugar y así seguir con su peregrinar que busca que la gente siga maravillándose con un circo.
Amaury es casado, tiene una hija de dos años y radica en las Vegas, pero actualmente se encuentra cumpliendo con una gira que trazaron que tiene la finalidad de recorrer el interior de la república mexicana.
De esta manera su vida circense le ha permitido estar en varios países como Rusia, Italia y Cuba, el talento con el que cuenta le permiten plasmar una pieza con siete pelotitas de pin pon, las cuales manipula con la boca, un acto que solo cuatro malabaristas a nivel mundial pueden realizar, característica que lo definen arriba del templete, mientras que debajo de él asume con entereza la disciplina que demanda un circo.
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