El pueblo inundado por el agua de la presa del Oviáchic hace 70 años, emerge por la sequía
Por: Luz del Carmen Paredes
El 24 junio de 1952 se cumplirán 70 años de que las aguas de la presa Álvaro Obregón, "Oviáchic", que en yaqui significa "El difícil", sepultaraa Buenavista para almacenar el agua que irrigaría las tierras del Valle del Yaqui.
En ese entonces, desalojaron a los habitantes de esta comunidad y otros pueblos y aunque el Gobierno les construyó viviendas en el Nuevo Buenavista, en la colonia Cumuripa de Ciudad Obregón y en la colonia Ejidal, de Esperanza, a muchos de los que nacieron y crecieron ahí nunca pudieron arrancarlos del todo, incluso allí quedaron muchos de sus ancestros, en el panteón que se pudo ver el 2003 por la fuerte sequía que se vivió.
Y ahora, 19 años después, los habitantes de Buenavista, descendientes de los hombres y mujeres que dejaron sus casas y a sus muertos, vuelven a ver lo que fue la Iglesia de San Carlos Borromeo, la escuela primaria, las ruinas del pueblo y con nostalgia vienen a su mente las historias que desde niños contaron sus padres y abuelos.
Martina Gutiérrez Zayas, hija de Alejandro Gutiérrez Acuña y Concepción Zayas Campa,oriundos de Buenavista, relató que en la sequía del 2003 su padre pudo pisar de nuevo su añorado Buenavista y, sentado en los escalones de lo que fue la escuela, le contó que ahí miraba a su madre cuando iniciaron su noviazgo.
"Mi padre medijo que la pila era parte de las instalaciones de la escuela y que los mismos alumnos la llenaba para limpiar las aulas.Iban por agua al Río Yaqui que pasaba por el pueblo y la llenaban.
Yo conservo una fotografía donde está mi padre en los escalones de la escuela y otra donde él está montando un caballo frente a la Iglesia y salen unas muchachas y entre ellas mi madre", recordó.
Su padre junto con su madre y dos hermanos, además de la abuela y sus tíos, fueron desalojados y llevados al nuevo Buenavista, ubicado a unos kilómetros de la presa.
"Allí les dieron casas, pero nunca pudieron olvidar su viejo pueblo", comentó.
En esa ocasión su padre pudo recorrer lo que fue la iglesia y le mostró los cimientos que aún se conservan.
Le contó que a un costado estaba el ramadón, como le decían, y donde se festejaba el cumpleaños de las muchachas del pueblo, con la música de Don Trini Minjarez, señaló.
Él añoraba su pueblo y el poder recorrer las ruinas que el agua dejo le permitió revivir, apuntó.
Pudo observar el panteón y se le vino a la mente cuando su madre exhumó los restos de su padre, para no dejarlo bajo las aguas de la presa, dijo.
Martina lleva todo esto en su memoria y en su corazón pero ahora su padre ya no está vivo para ver de nuevo su querido Buenavista donde nació y más tarde conoció a la que sería su esposa y compañera de vida.
Buenavista viejo resurge con la actual sequía que se vive y con él la historia de los hombres y mujeres que tuvieron que abandonar sus casas y tierras para dar vida al Valle del Yaqui.