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Los carros también son ataúdes


Además de los caros recibos de la luz, de los altísimos de niveles de diabetes con que fuimos diagnosticados los sonorenses, de la imparable violencia, de la invasión de sabandijas que hay por todos lados, de los ladrones que pululan por doquier, de las amenazas de extorsión, de los feminicidios, de los chóferes de los camiones urbanos que conducen con el trasero y de tantas, y tantas porquerías del diario acontecer local, le doy la razón a Seal, el cantante, que dice que sí deberás quieres sobrevivir tendrás que estar un poco loco.

Además de los caros recibos de la luz, de los altísimos de niveles de diabetes con que fuimos diagnosticados los sonorenses, de la imparable violencia, de la invasión de sabandijas que hay por todos lados, de los ladrones que pululan por doquier, de las amenazas de extorsión, de los feminicidios, de los chóferes de los camiones urbanos que conducen con el trasero y de tantas, y tantas porquerías del diario acontecer local, le doy la razón a Seal, el cantante, que dice que sí deberás quieres sobrevivir tendrás que estar un poco loco.


Además de todo eso, hay otro detalle que en verdad me inquieta es el que cientos de adolescentes andén manejando en las calles de la ciudad. Pienso que no todos deben manejar. No entiendo cómo es que los padres lo permiten, además, de prestarles el carro les dan dinero para que se compren sus cheves y no sé qué más se metan, el caso es que andan como locos violando flagrantemente las leyes de tránsito, las leyes impuestas por los mismos que les otorgan “permisos” especiales para conducir. Quizás sea una manera de obtener recursos extras por parte de la municipalidad o no sé qué otra razón pueda existir, el caso es que por ahí andan sin empacho alguno tras el volante.

El problema con un jovencito(a) de 14-15 años, es que es aún mitad niño(a) y mitad hombre o mujer. En un minuto es alguien atento(a), un adulto sensible, y al otro es un desafiante e irresponsable niño(a).

Un niño(a) que puede hacer cosas en un carro que te hielan la sangre. Actos que los pueden convertir en asesinos. De hecho algunos ya lo son, ya que los jovencitos provocan más accidentes, —según fuentes de seguros internacionales— que grupos de cualquier otra edad. A pesar de las evidencias de accidentes fatales los menores siguen consiguiendo permisos para conducir, y otros, así, sin permiso, conducen. Algunos, de hecho, que ni siquiera conoces es posible que te choquen o que los choques. Eso sin contar que tanto chicos y grandes tienen la maldita costumbre de manejar y textear al mismo tiempo sin importarles en lo absoluto.

Ahora tenemos el tiempo, por primera vez, de nuestro lado. El tiempo los convertirá en hombre y mujeres, sólo que les hacemos daño si se les permite manejar tan jóvenes. ¿A qué edad es la edad más conveniente para manejar? No sé, que de eso se encarguen nuestros legisladores, a quienes hay que demandarles que les den una oportunidad a los adolescentes de crecer y mientras los demás estamos un poco más seguros en las calles.

Precisamente ayer que salí a caminar me tocó ver a jovencitos “luciéndose” ante las niñas, acelerando a 100 kilómetros por hora frente a La Salle. Morritas hechas bola en un carro con el estéreo a todo volumen y cantando a pulmón abierto, otros tomando sus cervecitas sin pudor alguno y, para completar el cuadro, en el cruce de las calles Coahuila y Norte, una menor se pasó el alto y se estrelló contra un joven que venía sobre la calle Norte. Afortunadamente no hubo desgracias que lamentar pues no iban a exceso de velocidad, de ser así las cosas hubieran sido diferentes. Ella iba acompañada de un hermanito y de su amiguito. Cuándo le pregunté a la muchachita qué le había pasado, que porque se había pasado el alto, ella, agarrándose la cabeza contestó: “Es que creí que esta era la calle Tabasco”, me contestó.

O sea, no sólo venía en sentido contrario, no sólo se pasó el alto, ni siquiera sabía sobre qué calle iba transitando. Admito que las calles de la ciudad no cuentan con los señalamientos adecuados, pero eso de no saber en qué calle iba es demasiado descuido, digo, ¿no? Cómo podemos esperar que los padres de estos adolescentes se preocupen por nuestras familias si no se preocupan por sus propios hijos. Mis comentarios podrán parecer ñoños, pero ni por un momento puedo quitarme de la cabeza la imagen que dice: “Los carros son ataúdes”.