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Los adictos


Los adictos, somos todos. No he conocido hasta el momento a alguna persona que no tenga una adicción. Si alguien la conoce, me la presenta por favor. Parece que las adicciones son parte fundamental, parte esencial, de los seres humanos, y, me atrevo a aseverar, que de los animales también. Nadie se escapa. Todos tenemos algún hábito de conducta peligrosa que no nos permite prescindir de alguna sustancia o sensación, o nos resulta muy difícil hacerlo, y esto puede ser por causas psicológicas, o fisiológicas…o ambas.

Los adictos, somos todos. No he conocido hasta el momento a alguna persona que no tenga una adicción. Si alguien la conoce, me la presenta por favor. Parece que las adicciones son parte fundamental, parte esencial, de los seres humanos, y, me atrevo a aseverar, que de los animales también. Nadie se escapa. Todos tenemos algún hábito de conducta peligrosa que no nos permite prescindir de alguna sustancia o sensación, o nos resulta muy difícil hacerlo, y esto puede ser por causas psicológicas, o fisiológicas…o ambas.


Esto no es nada nuevo, lo que me parece novedoso es que cada vez somos más adictos a más cosas y desde más jóvenes. Sortear dependencias parece que se ha convertido en el principal pasatiempo de nuestra vida; parece. Pero es que, como el llamado disco de los Hermanos “Doobie”, Lo Que Fueron Vicios Ahora Son Hábitos. Los vicios se nos van convirtiendo en hábitos y cuando menos pensamos estamos a punto de morir ahogados en la adicción.

El cigarro, el alcohol, la comida, el sexo, la pereza, el juego, la envidia, la ira, las pastillas, los halagos, el dinero, el ejercicio, el trabajo, las drogas, la mentira, en fin, son tantas y tantas las debilidades que suelen estar atacando nuestra armadura que ya no se siente lo duro sino lo tupido. Nos vamos dejando arropar de tal manera por la debilidad que genera el confort de la adicción, que por lo general, nos vamos juntos a la tumba. Y hay quien no solo tiene una adicción o dos, hay quien tiene todas las dependencias, y es que, por lo general, una dependencia lleva a otra y a otra y así sucesivamente. Por ejemplo, al que le gusta el alcohol es muy posible que le guste estar botaneando , y que luego se le antoje un cigarrito, mientras juega una mano de póker de apuesta, luego le puede dar por pelear, o ganas de tener sexo con quien se preste, y quizá deba mentir al llegar tarde a casa, en la mañana no se puede despertar y se levanta de mal humor y puede ser agresivo, le afecta en el trabajo porque se anda quedando dormido o no le pone ganas y se toma una pastilla para no sentirse deprimido y así sucesivamente. Por algo le dicen el “círculo vicioso”, una cosa te lleva a otra y a otra y luego se vuelve a repetir, el caso es que así somos; como si nunca estuviéramos satisfechos, o como si nos creyéramos muy merecedores, o como ratas de laboratorio respondiendo solo a estímulos, o unos meros blandengues con los que la mente hace lo que quiere. Sumidos en las adicciones no somos nosotros, no es nuestra mente, no es nuestro Ser el que decide, el que siente, son nuestras vísceras; es nuestro inconsciente que lucha sin cesar para apagar nuestro espíritu, que lucha con marcarnos como meros mortales sin una vida con objetivo decidida desde nuestro intelecto y nuestro corazón, lo que nunca nos permitirá dar un paso hacia adelante en nuestro crecimiento como personas. Las adicciones no se curan con amor; las adicciones se curan con voluntad; voluntad propia. Deseo e ímpetu. No caer en sus garras es difícil, pero de eso se trata el juego de la vida consciente. Del despertar de la razón.  El primer paso es analizarnos, descubrir qué nos tiene “enganchados”, mantenernos libres de nuevas adhesiones y ser valientes y obstinados a la hora de luchar contra las tentaciones. Una buena recomendación es ponernos límites.