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La ventanita


Ahí conocí al que mató de un golpe a su novia cuando le dijo que estaba embarazada; no es que la hubiera querido matar, solo que cuando le dijo que estaba esperando un bebé él se enojó tanto porque era casado, que le dio un golpe en la cara y ella se cayó y se golpeó la nunca y se murió. Es imprudencial, pero la mató y ahora está en la cárcel. También, aquí me encontré al Panchoro, un camarada que conocí en un concierto del Abraxas en Hermosillo, y él cayó porque se robó un carro. Hay un par de rucos que los agarraron por secuestrar gente; los veo y no lo creo, es como si estuviera viendo a mi abuelo en el bote, o sea, tienen una cara que nunca te imaginarías que eran secuestradores; lo que pasa es que ya se hicieron viejos aquí encerrados, pero cuando los agarraron estaban jóvenes. Algo muy común es que cientos aseguran que son inocentes, que ellos no mataron a nadie, que ellos no asaltaron el banco, que las drogas que traían alguien se las “plantó”, que todo son mentiras y que el “licenciado” que trae el caso los va a sacar.

Ahí conocí al que mató de un golpe a su novia cuando le dijo que estaba embarazada; no es que la hubiera querido matar, solo que cuando le dijo que estaba esperando un bebé él se enojó tanto porque era casado, que le dio un golpe en la cara y ella se cayó y se golpeó la nunca y se murió. Es imprudencial, pero la mató y ahora está en la cárcel. También, aquí me encontré al Panchoro, un camarada que conocí en un concierto del Abraxas en Hermosillo, y él cayó porque se robó un carro. Hay un par de rucos que los agarraron por secuestrar gente; los veo y no lo creo, es como si estuviera viendo a mi abuelo en el bote, o sea, tienen una cara que nunca te imaginarías que eran secuestradores; lo que pasa es que ya se hicieron viejos aquí encerrados, pero cuando los agarraron estaban jóvenes. Algo muy común es que cientos aseguran que son inocentes, que ellos no mataron a nadie, que ellos no asaltaron el banco, que las drogas que traían alguien se las “plantó”, que todo son mentiras y que el “licenciado” que trae el caso los va a sacar.

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Por el lado de las mujeres, había una morrita que me partía el alma. Estaba bien bonita, chiquita, apenas 18 años; blanca y su pelo negro, negro. Con una sonrisa de niña aun que me parecía como un gatito encerrado entre leonas. Ella cayó porque abortó. Me contó que su familia la obligó a hacerlo y la cacharon y al bote vino a dar. Cada rato viene a su mamá a verla desde Nogales, de donde son. En serio, la cárcel es un lugar tan duro que aun cuando algunos tengan sus privilegios, no se lo recomiendo a nadie…no hay como la libertad, dime si no.

El caso es que después de pasar por varios puestos de trabajo dentro del centro de readaptación de la ciudad, que fue en donde conocí a mucha raza, me cambiaron y me pusieron a atender la ventanita, como le decimos.  Y la neta, me sentí aliviado, pues, al menos para mí, este es de los puestos más relajados y alejados del ambiente tan duro que se vive en una cárcel. Sí, casi todos son camaradas pero mejor de lejecitos, y aquí les hago un paro también. Aquí en la ventanita, a un lado de la calle, que es por donde recibimos la comida para los que tienen suerte de que alguien les traiga algo. Porque sí se permite que al menos una vez al día, a la hora de la comida, los reclusos puedan recibir alimentos que por lo general les lleva su jefita o su esposa. También, de repente algún amigo o pariente les trae algo rico y calientito y se los hacemos llegar. Ahí veo a los papás haciendo el esfuerzo de traerles algo; lo que sea, un pollito, cahuamanta, tamales, pizzas, tacos y todo lo que se les ocurra y me lo dejan aquí en la ventanita. Claro que tenemos que ponernos muy truchas porque cada rato hay alguien tratando de meter alguna droga entre la comida; cristal, por lo general es lo que tratan de meter y te lo encuentras revuelto entre las verduras, o donde menos te imaginas. Pastillas, también; esto es de lo más común. Pero no entiendo para qué se arriesgan porque siempre la encontramos y el que la trae va pa´dentro, también.

He visto a madres llorando porque, con todo el esfuerzo del mundo, le traen un pollito asado a su hijo, pero resulta que el señor quería otra cosa y les reclama. Hay esposas que a diario le traen la comida recién hecha y vienen hasta con niños. Llega gente de todo a dejar la comida. Los más pobres que llegan a pie, otros en bicicleta o en el camión, y otros que llegan en sus carros buenos. Y hay otros que lloran adentro porque nunca nadie les trae nada.

Yo no sé si esté bien o mal, pero una buena comida de vez en cuando cualquiera se la merece; de todas maneras no ando averiguando qué hizo cada quien para estar tras las rejas, y ni los juzgo, yo aquí estoy a gusto en la ventanita para hacerles llegar sus lonches hasta la celda.