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La maldición


En México es casi imposible encontrar un trabajo con los sueldos como los que se otorgan a los regidores, diputados locales y federales, senadores, gobernadores, presidentes y muchos de los puestos dentro de la administración pública, y mucho menos es posible lograr que te paguen sin hacer nada o haciendo mal lo que haces. Imposible. Y, si a esto le agregas la facilidad con la que se puede tomar dinero que no te pertenece, conseguir cientos de beneficios personales, ser tratado como estrella de rock por la mayoría de los medios de comunicación y muchos ciudadanos, tienes como resultado la clase política que tiene años desangrando a este México qué herido agoniza.

En México es casi imposible encontrar un trabajo con los sueldos como los que se otorgan a los regidores, diputados locales y federales, senadores, gobernadores, presidentes y muchos de los puestos dentro de la administración pública, y mucho menos es posible lograr que te paguen sin hacer nada o haciendo mal lo que haces. Imposible. Y, si a esto le agregas la facilidad con la que se puede tomar dinero que no te pertenece, conseguir cientos de beneficios personales, ser tratado como estrella de rock por la mayoría de los medios de comunicación y muchos ciudadanos, tienes como resultado la clase política que tiene años desangrando a este México qué herido agoniza.

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Luego, al tiempo de pertenecer a esta selecta cúpula del poder, en donde se protegen unos a otros, se alaban y se sacan la lengua, se dan cuenta que habían vivido en el error de no estar mamando de la cada vez menos jugosa ubre de la política partidista en México, y más se aferran a la teta. Por cierto, es esta la clase política más cara y torpe del mundo, ya que de acuerdo a los resultados, uno de cada dos ciudadanos es pobre y, al paso que vamos, creo que muy pronto lo dos serán pobres y para acabarla de amolar, sin buenos servicios públicos. Qué digo buenos, con regulares nos conformamos.

Total, que ha sido este gandallismo muy típico del mexicano lo que ha provocado que ingresen a la política los especímenes más rastreros (y rateros) que hay. Son esos que llegan a los puestos por compadrazgos, los que ambicionan el poder y el dinero, los que solo ambicionan el dinero fácil; gente sin convicción alguna, más que la de joder al erario a como se pueda. Están también los que heredan los espacios a sus hijos para que sigan chupando, los amigos cercanos al gobernante o funcionario en turno, los familiares sin escrúpulos que se aprovechan de la situación y los mismos compañeros de partido.

Por supuesto que también hay personas honestas y capaces, que son las menos, las que se integran a la política en México, porque tienen como ideal el hacer algo en beneficio de su patria, aunque por lo general son vistos como bichos raros, son bloqueados y no llegan a escalar posiciones dentro del poder porque no tienen los “padrinos” necesarios para lograrlo porque no son ladrones, y terminan asqueados en algún rincón de la patria.

Ahora, todos esos a los que me refiero, ya pararon orejas y tomarán partido con el o los candidatos más sonantes o más cercanos, sean como sean, con tal de beneficiarse, y se dedicarán a la lambisconería más osada con tal de acceder a un pedazo del pastel, el más grande de ser posible, no importa quien se quede sin probarlo. Es esta clase de gente la que le ha hecho tanto daño al país por tanto tiempo que parece como si una maldición de dos patas se cerniera sobre México.