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Ciudad Obregón

Un amargo domingo en Cajeme, con olor a plomo y muerte

La paz de Ciudad Obregón se perdió hace años, cuando se inició la lucha contra el narco; y el otrora hermoso Valle del Yaqui, hecho productivo por la visión de Norman E. Borlaug, ahora es sembrado con los cuerpos de los ejecutados

Un amargo domingo en Cajeme, con olor a plomo y muerte

El domingo 29 de noviembre parecía un día normal, tranquilo, con una tarde soleada, de esas que se antoja salir a la tienda por algo para pasarla.

Pero Obregón se está volviendo una ciudad que no duerme y de muchos que no dejan dormir, ya sea por trasnochados fiesteros o delincuentes que están en busca de sus presas para arrancarles el alma.

En la colonia Sochiloa, específicamente por la calle Donato Guerra, 2 mujeres caminan tranquilas, acompañadas de 3 menores: uno de 3 años, otro de 6 y uno más de 16; una de las damas tiene un embarazo de gemelas que están a un mes de venir al mundo.

Caminan tranquilas, conversando y viendo cómo juguetean los chicos en un domingo apacible, de esos que se desea no acaben.

En tanto, por el arrollo de la calle una vagoneta blanca circula lentamente, con 2 hombres a bordo, sin ápice de sospecha de que por en unos minutos de esa tarde estarían ya en brazos de la muerte.

De pronto, la desgracia se hace presente y la tranquilidad del sector es violentamente rota por rugientes ráfagas de metralla, de las que 90 tiros hacen blanco en la vagoneta, cuyo conductor sólo atina a dar leve reversa y luego a bajar corriendo.

En el interior de la unidad queda un cuerpo destrozado, una vida joven sacrificada en el altar de la violencia.

En un instante, una de las balas da en el cuerpo del jovencito de 16 años, que se desploma herido; en tanto, las mujeres, al escuchar el terrible sonido de las armas intentan guarecerse donde pueden.

Sin embargo, una esquirla alcanza a herir a una de las féminas, que es presa del terror, mientras que la dama embarazada cae de frente al suelo, dando de lleno contra el piso con el rostro.

Entre aquel infierno se escucha que le dicen al pequeñito de 6 años: "¡Corre! ¡Corre!", que ni tardo ni perezoso emprendió la carrera a toda velocidad, sin mirar atrás, tan rápido, que las balas no alcanzaron a tocarlo.

Al tiempo que el chiquillo corre por su vida, el conductor de la vagoneta rafagueada corre también, casi dándole alcance al pequeño, pero va herido y cae el suelo al doblar la esquina.

Justo en ese momento, el infante se topa de frente con su padre, pero sin dejar de correr; a su vez, el hombre malherido usa su última energía en hacer una llamada pidiendo auxilio.

El miedo se apodera del padre del pequeño, quien intuye que, dado a las heridas del hombre, vendrán a rematarlo hasta donde esté, y quién sabe si a él también, para "borrar" testigos.

Ese temor lo hace emprender la huida, pero apenas lleva unos metros recorridos, cuando escucha un grito desgarrador que raja el viento, implorando clemencia: le fue negada, y de nuevo una rugiente ráfaga acaba con una vida, como antes lo hicieron con su compañero.

Luego, los asesinos emprenden la huida para no toparse de frente con quienes sí les pueden dar la cara, y se pierden entre las calles de la otrora pacífica Ciudad Obregón.

En el sitio de la agresión, recostado en una barda, el adolescente de 16 años es atendido por paramédicos y su padre está a su lado, dándole ánimos e intentando calmarlo en medio de la turbulencia: la herida en el pecho es seria, pero afortunadamente no tocó el pulmón; aún está delicado.

Familiares de los afectados se hacen presentes: unos son presa de la impotencia por no poder hacer algo para que los suyos la libraran; otros están conscientes que ante hechos de tal envergadura no se puede hacer nada, pero sí desear la muerte de aquellos que matan la paz de los demás.

Otro refiere que si el tipo que iba corriendo no hubiese estado herido, y al ver al menor delante de él, despiadados, como son, dice un familiar, hubiera tomado al chiquillo como escudo, pero ahora ni las vidas de niños respetan.

Y es que la paz que se respiraba en Cajeme hace años se perdió, décadas; desde que empezó la loca carrera contra el narco, que ha venido a sembrar de muertos un hermoso Valle del Yaqui, que el doctor Norman E. Borlaug y los investigadores hicieron productivo hasta convertirlo en el tapete verde del desierto.

Ese Ciudad Obregón ha quedado ya como un viejo recuerdo, pues los levantones, las desapariciones de mujeres y la delincuencia paseándose por las calles "como Juan por su casa" son la orden del día.

Ahora, los ciudadanos refieren que no dejan ir a los niños y a las mujeres solas a la tienda, pues temen que se repita lo que ocurrió ese domingo negro teñido en sangre y les arrebate la vida de alguien a quien aman.

Pasada la tormenta y llegada un poco la calma, el pequeño de 6 años le dice a su padre que se convirtió en "Sonic", ese personaje que corre como rayo.

Y es que corrió tan recio, dijo, que ninguna bala le dio alcance; y agrega que dejará que le pique una araña para ser el Hombre Araña y dar con los que hirieron a su hermano.

Ahora, toca a los 3 niveles de gobierno responder ante tanta inseguridad, para que los ciudadanos que resulten afectados por las balas de los asesinos recuperen la confianza en quienes fueron elegidos para gobernar y no quedar como un número más en los anales de la historia y en los archivos de gobierno.