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Las Plumas

Un tema como el boxeo

Y un pugilista y el país


No hay duda de que siempre será una forma de pertinencia personal y profesional acercarse cotidianamente a los espacios que un periódico dedica al recuento y comentario de los sucesos deportivos. Un ejercicio de esta naturaleza siempre es útil para mantenerse al tanto de lo que ocurre en la tarea cotidiana de la competición humana (regularmente profesional) en sus muy diversas facetas. Aunque quizá rigurosamente visto un afán de esta naturaleza no sea propio de un espacio como el que ocupamos, dedicado de suyo habitualmente a otra clase de menesteres muy distintos.

Pero ha de ser propio reconocer (porque así conviene) que en el periodismo todavía existe lo que usualmente se conoce como “licencias” (que nada tienen que ver con las utilizadas en la conducción vehicular) que autorizan, dentro de lo que cabe, a marcar comentarios de origen o temática distinta a la que habitualmente se dedica una columna. No hace mucho tiempo, por ejemplo, aquí mismo se abordó un tema como el propio de la lucha libre, en la que, por cierto, no se mencionó, en una corta enumeración de grandes personajes del pancracio nacional, a alguien como El Huracán Ramírez. Pensaría uno que la imperdonable omisión a que se alude queda saldada con estas líneas.

Con fidelidad absoluta a todas y cada una de las consideraciones anteriores, debe ser momento de señalar que el tema de hoy tiene que ver con el boxeo, un quehacer profesional (salvaje e inhumano para muchos) que en un país como el nuestro tiene profundas raíces culturales. En cierto modo bien podría señalarse que el pugilismo mexicano, en sus mejores tiempos históricos, fue cuna de grandes exponentes reconocidos a nivel mundial. Hoy de alguna manera esta trepidante actividad ha perdido el brillo que le singularizó durante años y años por la obvia carencia de protagonistas estelares que padece. Debe ser propio reconocer que nada en este mundo tiene patente de eternidad. Ni en lo personal ni en lo institucional.

Prueba de lo anterior es que el boxeo mexicano de estos tiempos tiene quizá una sola figura con reconocimiento mundial. Se trata de Saúl “Canelo” Álvarez, campeón mundial de sabe qué tantas divisiones, con una más o menos identificada que es la de peso supermediano. A pesar de sus glorias en el ring (por decirlo así), el jalisciense no tiene un completo reconocimiento o aval por parte de quienes saben verdaderamente de boxeo. Esto significa que, a pesar de sus glorias y trayectoria, Álvarez no ha logrado convencer de que encarna verdaderamente a otro de los grandes del boxeo mexicano. Lejos está de la eficiencia pugilística y popularidad alcanzada por personajes del ring como Raúl “Ratón” Macías, José Medel, José Becerra, Efrén “Alacrán Torres, Vicente Saldívar, Rubén Olivares, “Pipino” Cuevas, Salvador Sánchez, Marco Antonio Barreras, Carlos Zárate. Erik “El Terrible” Morales, los cubanos nacionalizados mexicanos José Ángel “Mantequilla Nápoles y Ultiminio Ramos y, sobre todo, Julio César Chávez.

Usted sabe que David Faitelson es un reconocido comentarista deportivo en la televisión. Es de los pocos (o quizá el único) que suele formular críticas contra Álvarez, al extremo de que prácticamente se han enemistado. Y recientemente el periodista aseguró que el boxeador tapatío y su equipo “nos siguen viendo la cara a todos”. Y esto por no enfrentar a David Benavidez, dos veces campeón supermediano. El mismo Consejo Mundial de Boxeo señaló a este púgil como casi el próximo rival obligatorio de Álvarez. La propia tendrá que ser una larga espera, porque, por lo visto, ya se acreditó la especie de que “Canelo”, por lo visto, “no enfrenta a rivales de categoría”.

Otro de los críticos suyos es ni más ni menos que el legendario pugilista Mike Tyson, quien calificó como desconcertante la actitud de Álvarez al no enfrentar a Benavidez, a pesar de la cuantiosa oferta que se le hizo en millones de dólares. “¿Qué le pasa?”, preguntó Tyson. “¿Tiene miedo de perder?” “¿No respeta el legado de los grandes campeones mexicanos que se enfrentaron a los mejores sin importar el dinero?”  Y finalizó así: Esto es una vergüenza para el boxeo y para México”.

No es o no debe ser para tanto. Lo cierto es que, si realmente hay de por medio un bochorno profesional y personal, deberá dirigirse única y exclusivamente al propio “Canelo” Álvarez. México debe tener otra clase de preocupaciones mucho más serias que la actitud de un pugilista, sea éste quien sea. El país en su conjunto aguarda con expectación e interés la inminente apertura del tiempo electoral. Por lo menos así cabría suponerlo. Aunque a lo mejor no sorprendería saber que muchos mexicanos están indignados porque “Canelo Álvarez le está sacando la vuelta a David Benavidez”. Dicen que cosas peores se verán…

armentabalderramagerardo@gmail.com