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Las Plumas

Enseñanzas de los agricultores europeos

Las movilizaciones en el Viejo Continente iluminan a los productores mexicanos, que apuntan sus baterías contra los esquemas del TLCAN-TMEC


La Unión Europea trata de contener la creciente irrupción social de los productores agropecuarios, con una disminución en la radicalidad de las medidas económicas y “ecológicas” que están derrumbando la producción de alimentos de Europa y llevan a sus productores a la bancarrota. Esto equivale a seguir suministrando el veneno, pero en dosis relativamente menores. Por ejemplo, se les ofrece no jalarle tan fuerte a la “soga verde”, atenuando las medidas con las que los gobiernos europeos se adhieren al llamado “nuevo pacto Verde” y con ello ser menos exigentes en la reducción de áreas de cultivo y uso de fertilizantes.

Al momento no se advierte cuanto tiempo estos procedimientos de administración de la crisis funcionarán, porque el paquete de las demandas de los productores implica un cambio en la direccionalidad de tales políticas, no una reducción en el ritmo de la aplicación de las mismas. De otra manera: los productores no piden retrasar el tiempo en dirección al precipicio, sino salir de la ruta que los lleva a ese destino, junto con toda la población europea. Es de esperarse que lo ofertado no sea suficiente y que las manifestaciones continúen.

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Se debe de estimar el poder de la movilización y la capacidad auto-organizativa de los productores europeos. Aunque años atrás se habían dado manifestaciones de este tipo principalmente en Francia, no hay registro previo que acuse que en cuestión de semanas y desde Portugal hasta Polonia se hayan movilizado decenas de miles de tractores, junto a otros instrumentos de labranza, que ahora ponen en jaque a la mayoría de los gobiernos y a toda la política agrícola de la Unión Europea.

El fenómeno es singular y ofrece enseñanzas importantes para los productores de otros países que están bajo el yugo de las mismas políticas agrícolas que han provocado el estallido social en Europa. Por un lado, muestra el poder de una estructura social-productiva, vinculada a una rama estratégica de la economía, para operar como detonante y factor de arrastre de la sociedad en su conjunto en dirección a una ruptura con las políticas económicas globales vigentes. Se proyecta con el potencial para conformar una plataforma organizativa de mayor alcance y profundidad.

Hay que reconocer que el sector agropecuario europeo, al menos en España, Francia, Italia y Alemania, está organizado principalmente bajo la forma de cooperativas y granjas familiares con mucho arraigo y con una fuerte identidad cultural asociada a la actividad de producir alimentos. Por ejemplo, en Francia existen cerca de 500 mil unidades de producción agrícola; hay regiones en Italia, como Emilia Romagna, donde habitan 5 millones de habitantes, en el que dos de cada tres son miembros de cooperativas. En Alemania, la mayor parte de la producción agropecuaria proviene también de formas cooperativas de producción que incluyen productos que van desde los cereales, el azúcar hasta la producción vinícola.

Esto explica el fuerte respaldo de la mayoría de la población europea a las manifestaciones de sus productores. La población les brindó el respaldo no obstante que gobiernos como el de Alemania, se empeñaban en aislarlos acusándolos de estar bajo el control ideológico derechista. Pero se impuso la dinámica de la interdependencia social y cultural que propicia la organización basada en formas cooperativas y granjas familiares que han demostrado su alta productividad y creciente especialidad, en oposición a la llamada agricultura de gran escala que empujan los esquemas corporativos globales.

Los productores de Europa terminaron por convencerse que todo el esquema de retiro de subsidios, incremento de costos de producción, desregulación arancelaria y la agenda verde 2030 que impone cargas fiscales desmesuradas y demanda reducciones inadmisibles de las áreas de cultivo, son parte de un paquete deliberado para desmantelar la organización social-productiva de la agricultura europea, y así someterla a un proceso de corporativización, en donde las estructuras agro-financieras globales que controlan los mercados especulativos de los alimentos en el mundo occidental, terminen por ejercer un control vertical del mercado y la producción de alimentos de Europa.

Las movilizaciones de Europa, alumbran las demandas de los productores mexicanos, que desde las manifestaciones de la primavera del 2023, vienen apuntando sus baterías en contra de los esquemas comerciales derivados del TLCAN-TMEC, que dejan los precios de los granos en manos de los mismos intereses que quieren corporativizar la agricultura al otro lado del Atlántico. La sumisión del gobierno mexicano frente a estos intereses agro-financieros globales, no es diferente a la de los gobiernos europeos.

Tampoco serán diferentes las movilizaciones que se podrían registrar en el país en la primavera de este año, pues México aún conserva un entramado social en torno a la producción de alimentos que le otorga al campo la capacidad para ser el convocante de una movilización social de pequeños propietarios, ejidatarios y colonos que abran el camino para que la nación abandone la ruta que la lleva a una nueva crisis alimentaria, una profundización en el estancamiento económico y una mayor descomposición social.